Wednesday, June 28, 2006

La palma de la mano de Alberta Mascardelli
--Conociste a una mujer llamada Alberta Mascardelli?
El gajo de una mandarina en los labios, la respiración de repente detenida. Conociste. Hay un telegrama abierto, un sobre color blanco, y una sonrisa de triunfo iluminado en el rostro del doctor, el maestro.
--Sí.
--Entonces esto es para ti. Llegó hace tres días.
"No te voy a echar de menos." ¿No te pasa, Matilda, que cuanto más te repites que olvidarás, menos olvidas? Un reflejo de la lógica, supongo. Algo automático. Saca el telegrama del sobre abierto.
"Alberta Mascardelli murió ayer. Lo maldigo y maldigo a toda su familia".
Joaquín sonríe. Una vieja tradición familiar seguramente: maldecir. Luego abre la carta. Una fotografía. La palma de la mano derecha de Alberta sobre una sábana, en el centro una vieja cicatriz. Abajo de todo, la leyenda. "Esta quemadura te la debo a ti." Es su letra. La imagen en blanco y negro está borrosa, fuera de foco. En lugar del contraste perfecto, todo lo domina un gris incómodo e incierto. Dentro de la cabeza de Joaquín sólo tres frases: Graflex. Bromuro de plata. Un trabajo mediocre".
7 Un método sin puertas, Nadie me verá llorar, CRG.
--sbc

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