Wednesday, October 26, 2005

Mordisco (poético)

A yamae juntul tzayam ko’il pek’ ch’apachtán tumén maakoob.
Najil nail ku páatal yéetel u uxtakchéil jol naj.
Tu láakal maak yójel dz ok u xhíken a yama.

Tu amor es un perro rabioso perseguido por la gente.
De casa en casa es esperado con la tranca en la puerta.
Toda la gente sabe que me ha mordido tu amor

Briceida Cuevas Cob
(Poesía en lengua maya)

Caracol(ito)

de "Albur de amor"

Que el amor sea en nosotros,
errantes en círculos perpetuos
donde todo empieza en cada punto.

Rubén Bonifaz Nuño

Tuesday, October 25, 2005

MIENTRAS DORMÍA

¿Llovió?
Ráfagas de luz sobre la carretera suman kilómetros de distancia
entre la voluntad y el destino. De ida y vuelta.
La lluvia dibujó una grieta en la ventanilla.
La lluvia dibujó una herida. Botó mi oscuridad.
¿Quién llora contigo?
Días que repites frases intraducibles.
Secretos que abrazas frente a mí.
¿Podemos detenernos aquí? Lloro en silencio
la batalla pérdida. La frontera infranqueable del deseo.
¡Llovió!
El vapor se cuela por todas la hendiduras.
Respiramos el mismo aire: la obsesión.
Un día amas y odias. Al siguiente, odias y amas.
No hay tregua.
Juegan los dos a ser personajes de una historia sin adjetivos.
Un día no quedará nada para ninguno
porque la historia se devora a sí misma,
se reducirá a cenizas.
Llovió mientras dormía.

--sbc

(a) diario

Diario precipitado. Diario fragmentado. Diario falsificado. Diario premeditado. Journal. Diario en público.*

¿Qué acaso ésta no es la definición de mi blog?

--sbc

*Post scriptum triste
Federico Campbell
México, UNAM, 1994.

Sunday, October 23, 2005

HORAS LUZ

Hace un par de horas que llegué a casa de mis padres. Durante el trayecto pasaron muchas ideas por mi mente. Verlos era una necesidad apremiante. Estar físicamente cerca de ellos me llena de serenidad. Comimos y platicamos. Salud. Trabajo. Amigos. Y sobre todo, este cambio: la separación. La distancia. Es la primera vez que experimento la responsabilidad propia. Hacerse cargo de uno mismo y todas sus implicaciones.

Una de las situaciones más gratas, sin duda, ha sido la sorpresa. Esta casa poco a poco se ha ido llenando de objetos, de cuadros que colocados en las paredes anuncian una nueva realidad. El panorama exterior alejado de manera extrema de la ciudad. Aquí todo es verde. Aquí todo es montaña. Todo es luz. Son las “Tierras Altas”, diría Cristina Rivera-Garza refiriéndose a la topografía del estado de México. Quizá, lo más asombroso es el tránsito de ida y vuelta. Somos uno distinto todos y cada uno de los días que se van sucediendo. Somos uno distinto no todos los días, sino cada minuto. Y no, no quiero descifrar la experiencia. Sólo la estoy viviendo con el asombro que me produce escribirte estas líneas.

Es, también, la primera vez que tengo un espacio propio para la escritura. El traslado de cajas de libros y cientos de copias ocupó más lugar en la mudanza, que las cajas de vajillas de mi madre. He acondicionado este sitio para convertirlo en un modesto estudio. Un librero. Una mesa. Un par de sillas. Una olivetti. Hojas blancas. Y la obsesión de siempre: escribir.

London
llegó en una de esas cajas y aguardó paciente su lectura. Aquel ejercicio de memorización fonética rebasó toda expectativa de repetición absurda. Colin White nos condujo a la capital de sus antepasados: I wander through each chartered street,/near where the chartered Thames does flow.

A la voz profética de William Blake:

In every cry of every man,
in every Infant’s cry of fear,
in every voice, in every ban,
the mind-forged manacles I hear.

London
tomó forma entre mis manos. El asombro de sentir en el papel amarillo, las inscripciones ya borrosas y todavía legibles de mis anotaciones. La acentuación. El ritmo. La imagen.

Escribo desde la incertidumbre.

Mi madre aparece para darme las indicaciones de los apagadores. Ambas nos miramos sorprendidas. ¿Sabrá ella a quién le escribo?

--sbc

Friday, October 21, 2005

LONDON

I wander through each chartered street,
near where the chartered Thames does flow,
and mark in every face I meet
mark of weakness, marks of woe.

In every cry of every man,
in every Infant's cry of fear,
in every voice, in every ban,
the mind-forged manacles I hear.

How the Chimney-sweeper's cry
Every black'ning Church appalls;
and the hapless Soldier's sigh
runs in blood down Palace walls.

But must through midnight streets I hear
How the youthful Harlot's curse
Blasts the new-born Infant's tear,
And blights with plagues the Marriage hearse.

William Blake

* de la selección poética de Colin White. Letras Inglesas. Filosofía y Letras (a finales del 97).

Thursday, October 13, 2005

Del Taller de escrituras colindantes:
TERCERA BASE
Rebeca Martínez Jiménez
(Publicado en la revista Tierraltesca Acta Semanal 308, 7)

Me dijo puta, puta mil veces. ¡Qué bien sonó esa palabra en mis oídos, esas dos sílabas, esas cuatro letras p-u-t-a!Estaba en la barra de un bar que nunca antes había visitado y le había pedido al cantinero un Bloody Mary sólo para entrar en calor. Esperaba algo, estaba a la expectativa. Me entretuve observando al cantinero: un panzón calvo que al servir cualquier trago se chutaba dos o tres sorbos. Supongo que también quería entrar en calor. Ahí estaba yo. Cada vez que sentía que alguien entraba al localucho miraba de reojo y calificaba, 8, 7, 7, 10. Él fue el único 10 de toda la noche.
Se sentó con unos amigos en una mesa no muy alejada. Lo podía ver perfectamente bien gracias al espejo que estaba frente a mí, en la barra. Pasaron varios minutos hasta que notó mi presencia.
Primero se cruzaron las miradas. El primer contacto. Una sonrisa. El acercamiento. La proximidad.
—¿Qué estás tomando?
Risas. Dos que tres palabras. Silencios.
—¿A qué te dedicas?
Más palabras. Más risas. Salud. Más Miradas. Salud.
—¿Te han dicho que eres muy guapa?
Besos. Salud. Caricias. Salud. Risas. Salimos.
Caminamos por las calles cercanas. Yo lo tomé de la mano: iba tras de él esperando que me guiara, dando a entender que lo seguiría a donde fuera. Se detuvo en una calle vacía, una calle apenas alumbrada por el foco de una casa.
Me estrelló contra la pared. Yo podía oler sus ansias. Me besó el cuello, la boca y:
Primera base. Su mano comienza a bajar lentamente por mi espalada, se detiene en la cintura. Sigue bajando hasta mis nalgas. Me siente, no pasa nada, parece que le gusta. Siguen los besos en el cuello, en la boca. Cada vez puedo disimular menos mi excitación, me pierdo.
Segunda base. Sube lentamente. Sube. Sube. Llega. Me toca. Me palma con delicadeza. Siente mi pezón que ha reaccionado a sus manos. Por un momento me detengo esperando una reacción. No pasa nada, no pasa nada. Respiro. Lo sigo besando, lo toco, mis manos por todo su cuerpo.
Tercera base. Baja, su mano. A veces sueño que mi sexo se pudre y se cae solito, algo así como lo que pasa con un cordón umbilical. Su mano llega al objetivo final, termina su travesía. Yo me vengo. Él se va.
Se separa de mí como si una aspiradora lo jalara por la espalda. Se acabó la fiesta. No dice nada, me mira incrédulo. Lo piensa por unos segundos. Sé muy bien lo que pasa.
Son muchos los que sienten deseos de vomitar, vomitar justo frente a mis narices. Yo sólo miro, sintiendo a momentos que merezco ver cómo me desprecian. Esa es mi penitencia. Pero me gritó puta, pinche puta, y corrió. Me dijo puta, p-u-t-a.Casi nadie pasa de tercera base.
Rebeca Martínez Jiménez (Aguascalientes, 1983) es estudiante de la licenciatura en Ciencias de la Comunicación en el ITESM-Campus Toluca e integrante del taller Escrituras Colindantes.

Tuesday, October 11, 2005



Juego de niñas

A propósito de juegos, Daniel Sada en Juguete de nadie, escribe:

"¿Cómo hablarle de amor si ella era eso?"

***
--Hey, Luz, entonces jugamos
--¿A qué?
--A las correteadas
--No, a las escondidillas
--Pero, si tú eres luz, mi Luz.


--sbc

Monday, October 03, 2005

Umbral (es)
Ayer al salir de la Universidad Pedagógica debía abordar un taxi para continuar el trayecto nocturno: la reunión semanal en casa de Gabino Palomares. Llovía con tanta fuerza que las luces de los automóviles parecían ráfagas proyectadas una tras otra en medio de los estruendos. Una vía rápida. Periférico. Pero, tendría que cruzar un puente.Sentí miedo, ¡qué absurdo!, subir y transitarlo.
Cuando pienso en las circunstancias posibles de este temor sólo puedo regresar a un pasaje infantil en un parque y los juegos compartidos con Adriana, mi hermana menor. Ambas salíamos todos los días a jugar, a inventar historias y situaciones ficticias que repetíamos invariablemente. Ella desarrolló una capacidad extraordinaria para vencer los obstáculos que nuestros juegos demandaban; entonces mi fragilidad se convirtió en llanto secreto. Nunca pude igualarla cuando subía corriendo sin detenerse por el caracol; cuando sus manos y sus piernas abrazaban ligeramente el tubo y se deslizaba dando vueltas o cuando llegaba primero al otro lado del pasamanos muy a pesar de que pudiera caer y ensuciarse. La meta consistía en subir corriendo por la resbaladilla, cruzar por su puente sin tocar el cable metálico y dar un salto. El último paso era ese espacio pequeño. Abismal para mí. Nunca pude saltar, más de una vez sentí caerme. Paraba ahí, en ese límite. Recuerdo la mañana en que lo intenté, el miedo me paralizó y permanecí estática hasta que mi impotencia se convirtió en la exhibición pública de mi llanto.
Transitar por esta ciudad, sus calles, sus avenidas es enfrentar también mi propia búsqueda. Es enfrentar la encrucijada cotidiana por la que fluyen mis temores. Del otro extremo de la ciudad, todo parecía estar en calma. El asfalto estaba seco y yo debía llegar a mi cita.
--sbc