Wednesday, January 31, 2007

Borrón y cuenta nueva
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Monday, January 29, 2007

Enero en el Cine

To the light house (Dir. Colín Gregg, Reino Unido, 1983); película basada en la novela del mismo nombre de Virgina Woolf. Incluyendo una charla introductoria a cargo de Denise Miller, profesora de Literatura en el Colegio Greengates, especialista en análisis de guión para cine. (Allá en el Anglo Mexicano de Cultura, hoy Fundación, en la San Rafael)

Tour del cine francés (en el CCU): Peligro...hombres trabajando (Dir. Brigitte Rouan, Francia, 2005); Sueños de Orquesta (Dir. Daniéle Thompson, Francia, 2005); Backstage(Dir. Emmanuelle Bercot, Francia, 2005); Tú y yo (Dir. Julie Lopes-Curval, Francia, 2005); y ¿Cuál de los dos? (Dir. Charles Belmot, Francia, 2005)

Festival Internacional de Cine y Teatro Gay de México (en el CCU ¿en dónde más?): Muchachas en uniforme (Leontine Sagan, Alemania, 1931); Últimos días (Dir. Jay Coas, EUA, 2003); La vida, arte y tiempo de Tom de Finlandia (Ilppo Pohjola, Finlandia,1993); La soga (Alfred Hitchcock, EUA, 1948) y Michael (Dir. Carl Dreyer, Alemania,1924) Esta última tuvo un acompañamiento musical: piano a cargo de Deborah Silberer. Y cada una de estas películas fue comentada por David Ramón, organizador del Festival.

Y en cine comercial: Fuera del Cielo (Dir. Javier Patrón Fox, México, 2006), El Perfume (Dir. Tom Tywer, Alemania, 2006), Tsotsi (Dir. Gabin Hood, Sudáfrica y Reino Unido, 2005) y Apocalyto (Dir. Mel Gibson, 2005).

Quince películas en menos de un mes. ¿cuál recomendaría? Todas.
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Indios y Blancos
Una de mis lecturas de fin de año: Las relaciones inter-étnicas en México, libro de la colección de "La Pluralidad Cultural en México" del Programa México Nación Multicultural/UNAM, un texto fino que ofrece una visión crítica de cada uno de los períodos históricos de México. Los pueblos originarios cobran un papel sumamente importante en la construcción de nuestra historia. Sus relaciones. Sus mezclas. Su contemporaneidad.
Aquí va un fragmento:
Como resultado de los procesos de etnogénesis de indígenas, castas y criollos, la pluralidad étnica y cultural de lo que hoy es México aumentó bajo el régimen colonial. Los gobernantes españoles no intentaron suprimir las diferencias entre los grupos étnicos sino que las utilizaron para cimentar su poder.
Según las concepciones políticas europeas de la época, toda sociedad humana debía estar dividida en grupos diferentes y ordenados jerárquicamente. El lugar de cada grupo en esta jerarquía era definido por factores como pureza de sangre, la antigüedad de su cristianismo, sus costumbres, su forma de vertir, su color de piel. Según esta visión jerárquica los españoles nacidos en España debían ocupar siempre el lugar más alto, y los indios y los negros el más bajo, pues sus características culturales y humanas los condenaban a ello.
Este régimen jerárquico era rígido y claramente definido, de modo que en teoría todas las personas debían conocer su lugar en él y aceptar las obligaciones y los privilegios que les correspondían. En la práctica, la jerarquía de grupos étnicos en México era un poco más flexible, pues los individuos podían pasar de un grupo a otro y las comunidades podían obtener concesiones y defender sus privilegios por medio del sistema legal e incluso por medio de rebeliones.
Desde nuestra perspectiva moderna, el sistema colonial y el mapa étnico que se construyó nos parecen profundamente injustos pues van en contra de nuestro sentido de igualdad. Por lo anterior, la historia oficial mexicana ha condenado siempre la opresión y la discriminación en la colonia, particularmente contra los indios. Sin embargo, hay que matizar esta condena con dos señalamientos. El primero es que el régimen colonial daba a los indios herramientas legales y políticas para defender a sus comunidades y sus identidades étnicas y que esto contribuyó a la supervivencia y redefinición de las identidades indígenas. El segundo es que muchos de los elementos desiguales del sistema colonial de relaciones interétnicas, como la supuesta superioridad de los grupos blancos o de cultura occidental, han sobrevivido hasta el presente y siguen siendo claves en el mapa étnico del México actual.
Navarrete, Federico, El sistema colonial de relaciones interétnicas, en Las relaciones inter-étnicas en México, UNAM, México, 2006. pp. 59-61.
--sbc

Friday, January 26, 2007

Botellas de mar
Llévate la historia donde yo no pueda encontrarla.
Ahógala en las dunas. Entiérrala en el mar.
Real de Catorce
Peldaños. Lazos. Ascender por la orilla con cuidado. ¡Vamos tú puedes. Inténtalo! grita Alan, mi sobrino, desde arriba. Ni siquiera lo observo sólo escucho el eco distante de su voz perderse en el vacío.
*
Cilindrícos. Exactos. Ambos ocupaban cada una de mis muñecas. Una carátula abajo, la otra arriba. Tic tac tic tac. Sus correas de "auténtica piel" oprimen mi carne. Tic tac tic tac. Repite mi pulso. Me asfixia su conteo. Ella, amable, se burla de mí. De las noches insomnes. De las horas.
*
Mona Lisa. Veo tu rostro cada que extiendo mi palma. En mi mano oblicua. Trémula.
*
Romanos. Doce. A la derecha. Muertos.
*
La Mujer Sonriente y Los Romanos caen desde el cuarto piso. Soy el personaje de mi sueño. Me veo arrojando con fuerza ambos relojes --desde la azotea del edificio donde viví treinta y cuatro años--. Me sacudo el tiempo. Mi tiempo.
*
Escribo estas líneas en una hoja y la introduzco a una Merlot. No hay mar. Será un riesgo arrojarla desde algún puente peatonal y luego correr sin detenerse. "Entiérrala en el asfalto de esta ciudad". Llévate la historia donde no la pueda encontrar. Entiérrala en el Mar.
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Thursday, January 25, 2007

Alta infidelidad: bovarysmo a la inversa
por Adriana Cortés
Entrevista con Rosa Beltrán
Un don Juan postmoderno y sus tres amantes. ¿Un monsieur Bovary? Una feminista que se transforma en una bola de carne y lycra. Una joven de cuerpo de latex que detesta su cuerpo. Estos son algunos de los personajes que se prometen alta infidelidad en la novela más reciente de Rosa Beltrán, autora, entre otros libros de La corte de los ilusos (Premio Planeta 1995), El paraíso que fuimos (2002) y Optimistas (2006). El poder, tema recurrente en su obra, es abordado por la escritora en Alta infidelidad (Alfaguara, 2006).
–Julián, filósofo, con bolsas debajo de los ojos y un cuerpo menos que atlético, ¿qué les ofrece a sus tres amantes locamente enamoradas de él?
–Lo que les ofrece a estas tres mujeres con un proyecto de vida propio y que no están, a diferencia de Madame Bovary o de Ana Karenina, esperando a que alguien venga y las rescate, es la capacidad de congelar el tiempo. Yo creo que les descubre la lentitud frente al vértigo de una vida donde están obligadas a ser altamente competitivas, exitosas y empoderadas y todas estas palabras que antes no existían, pero que ahora definen la esencia de las mujeres postmodernas.
–Retomo una pregunta que planteas en la novela: ¿Qué es el deseo, en un mundo que procura su inmediata satisfacción, y por lo tanto vive añorando la falta de deseos?
–El deseo se inocula desde fuera, cuando somos niños, desde los padres, pero después a través del bombardeo de las imágenes publicitarias de los medios y las instituciones; se procura también en un sistema como éste que los deseos sean satisfechos de inmediato, y por lo tanto, la falta de deseos, la abulia y la depresión son las enfermedades endémicas de los años noventa a las que se ataca a través de fármacos, antidepresivos que se consumen en las clases medias. Un seductor como Julián acumula mujeres una tras otra. Consumimos relaciones como antes consumíamos bienes a través de una especie de zapping televisivo donde puedes cambiar de canal y probablemente el programa anterior no te satisface, ni el que viene, pero no estás dispuesto tampoco a renunciar a la ilusión de la pasión amorosa.
–¿Julián encarna el mito del don Juan postmoderno?
–Un don Juan no tiene miedo a la muerte y le interesa que la vida tenga un sentido, aunque sea ese sentido inmediato de encontrar en cada una de las relaciones amorosas una esperanza de felicidad. A todos nos ocurre que, como vivimos una vida altamente competitiva, inmersa en las leyes del mercado, sometidos al control de las instituciones, tenemos pocos espacios donde ejercer nuestra voluntad, donde sintamos que lo que hacemos tiene alguna repercusión. Uno de esos espacios es el propio cuerpo hacia donde se dirigen muchas de las utopías actuales.
–¿La relación amorosa: un paraíso?
–Sí, como ese último reducto de la utopía en una sociedad como ésta. Hemos dejado de creer que la verdad está localizada en un lugar específico y por lo tanto esa utopía ya no puede venir ni de la religión, ni de la trascendencia ni de ninguno de estos lugares que antiguamente eran un lugar natural para superar nuestra humanidad limitada. Vivimos con la esperanza de ese pequeño paraíso que es la sorpresa del encuentro amoroso. Claro que esta novela está escrita a partir de una serie de contradicciones donde todos estos mitos que hemos aprendido en torno a la relación, a la traición y a todo lo que conlleva esta dinámica, van a dar al lugar de la incertidumbre.
–¿Por qué te interesa el tema del poder?
–Toda mi obra habla de dos temas que están presentes en esta novela: el lugar que ocupa el poder en los distintos tipos de relación. En La corte de los ilusos era el poder del hombre público en el ámbito de la vida privada, en el de El paraíso que fuimos es el inmenso poder de la locura, que nos confronta como seres racionales y nos hace dudar al darnos cuenta de nuestra propia fragilidad, y en este caso el poder en las relaciones de pareja, las estrategias que se dan en la propia acción. Estamos utilizando las tretas de la víctima o del débil para utilizar una especie de poder por el lado izquierdo y cambiar la dinámica. Mis novelas son una contradeclaración al mundo. No entiendo la literatura como un pretexto para explorar temas de los que se ocupan otras disciplinas, como la filosofía o la psicología, o la historia, sino como una contradeclaración a una tradición de la que abrevan.
–¿Muestras una visión positiva de los celos?
–En la mayoría de las novelas escritas por una tradición patriarcal y desde un punto de vista masculino, los celos han sido vistos como una pasión negativa. A mí me interesa tratar la ganancia secundaria de los celos, lo mismo que la ganancia secundaria del débil cuando utiliza ese poder para otros fines. Es decir, subvertir los lugares comunes del género y empezar a explorarlos desde otro punto de vista. Tú hablaste de Julián como el don Juan que espera al final ser rescatado, y eso ya lo convierte en una suerte de Madame Bovary. Es como si el bovarysmo hubiera cambiado de sitio. Yo me he preguntado mucho si estos dos mitos: bovarysmo y donjuanismo, típicos del siglo xix, siguen teniendo vigencia como literatura en el XX y qué representarían. ¿Qué es entonces lo que buscan las mujeres en este tipo de relaciones?
–¿La ironía te permitió abordar con distancia crítica el mito de don Juan?
–Sin duda, porque la ironía te permite dos lecturas: la que haces si, de manera literal te concentras en la anécdota, en la historia que es vertiginosa, pero donde te ves obligado todo el tiempo a detenerte por este recurso irónico, y pensar si lo que se está diciendo es exactamente lo que significa, si más bien no quiere decir lo contrario de lo que afirma ese narrador que va cambiando de foco para verlo primero como un don Juan, después como un Narciso, finalmente como un ser profundamente frágil, quizás como Madame Bovary en su papel de seductor.
Entrevista publicada el 21/enero/07 en La Jornada Semanal
foto: José Carlo González/Archivo La Jornada
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Paradojas
Volví a ver a la doctora Beltrán un año después, paradójicamente, cuando me indicó aquella fecha de mayo para escuchar a la doctora Rivera-Garza, llegué muy puntual a la cita. Afuera del salón de firmas de los profesores en la Facultad de Filosofía y Letras. En medio de la multitud, vi aparecer a Rosa. Esperé a que firmara y me acerqué. Me dijo: ¡qué lástima! La charla fue la semana pasada. No sé qué imagen proyectó mi rostro. Seguramente de frustración. Entonces me retiré. No sin antes preguntarle por la lectura de la reseña que escribí sobre su libro. "Aún no he podido leerla". Salí muy triste.
Al día siguiente, recibí una llamada. Era Rosa Beltrán. Tenía presente mi trabajo en Difusión Cultural. ¡Qué enorme sorpresa! Nuestra conversación tocó dos puntos: mi reseña y la obra de Cristina Rivera-Garza. Fue, sin duda, un gesto muy generoso: hablarme para agradecer mi escritura e intercambiar puntos de vista, en ambos casos, un ejercicio crítico. Disfrutable. ¿En dónde está la paradoja? Resulta, que meses después, la mismísima Cristina Rivera-Garza me envío un mail para invitarme a su Taller. El cual también convocaba a escritores para hablar sobre su obra. Así, que ella había invitado a Rosa Beltrán a una de estas charlas. Y por supuesto, ese fue un reencuentro muy afortunado. De hecho, al final de la charla nos regresamos juntas: Toluca-Ciudad de México.
A finales del año, Sergio Pitol fue galardonado con el Premio Cervantes. Su presencia cerraría el ciclo de conferencias sobre el Quijote, en la Sala Carlos Chávez del Centro Cultural Universitario. Toda una celebración. Asistí a cada una de estas conferencias, por supuesto, en el auditorio hubo mucha expectación por su presencia. Lo recibimos de pie con una fuerte ovación. Su ponencia fue un excelente cierre. La doctora Beltrán estaba entre el público. Me entusiamó verla. Ella es lectora de Pitol.
Estas dos ocasiones me hiceron recordarla de manera diferente. En la primera hubo cierto aire de añoranza. Supongo que me gustaba ser su alumna. Supongo que le gustaba ser nuestra maestra. Ella me comentó (durante el viaje de regreso de Toluca) que no había tenido un grupo como el nuestro. Y coincido. Teníamos hambre literaria. Pasión por la lectura. Genny salía 5 minutos antes de que terminara la clase para ir a la biblioteca. Los libros eran muy demandados. Todos leíamos. Todos comentábamos los textos. Gertrude Stein, Scott Fiztgerlad, William Faulkner, Ernest Hemingway, Raymond Carver, John Kennedy Toole, J. D. Salinger, entre otros fueron los autores que leímos. Con la doctora Beltrán aprendí a argumentar mi respuesta, más allá del clásico "me gusta". Aprendí a situar un texto en su contexto, a entender que necesitamos de esa forma antigua que es el relato para que la existencia se perpetúe.
Verla entre el público en un acto de discreta celebración literaria. Me agradó. La saludé. Ella me preguntó si seguía asistiendo al taller de la doctora Rivera-Garza. Sí. Este sí, que quiere decir, sigo leyendo con pasión, sigo creyendo que se necesita de esto, la escritura, para que la existencia se perpetúe.
--sbc

Wednesday, January 24, 2007

El paraíso que fuimos
por Susana Bautista Cruz
La creación literaria de Rosa Beltrán comprende una serie de cuentos, Amores que matan (Joaquín Mortiz, 1996), en los que aborda la problemática que envuelve las relaciones amorosas. La corte de los ilusos (Premio Planeta, 1995), novela histórica en donde narra los enredos y confabulaciones de la fastuosa corte del imperio de Iturbide; y América sin americanismos (Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, 1996), ensayo acerca de la noción que se tiene de “América” y “lo americano” a partir de las crónicas, cartas y relaciones de viaje hasta la novela contemporánea. Títulos que subrayan el carácter irónico de su contenido (de este último, cómo imaginar a América sin ningún epíteto que no se refiera a ella misma) y dan cuenta de las obsesiones temáticas –el poder, la incomunicación, el desencanto, la locura– en su narrativa.

En El paraíso que fuimos, novela publicada por Seix Barral, Rosa Beltrán narra la vida de una familia mexicana de clase media alta, la familia Martínez de Hoyo, que ante el declive económico del país a finales de los años ochenta, su universo doméstico se escinde. Cada uno de sus miembros se encierra en sí mismo construyendo un mundo alternativo con recetas de optimismo, manuales de autoayuda y terapias colectivas. Y en este intento, fracasan. Paradójicamente, los Martínez de Hoyo, incapaces de comunicarse entre ellos y de darle sentido a sus vidas, tienen que pagar a la clínica o al psicoanalista para ser escuchados. Narrada con pulcritud y fluidez; esta novela es la historia del triunfo del engaño y la pérdida de significación donde la ironía tiene un papel fundamental.

El paraíso como espacio temporal utópico, es el jardín imaginario de Rodolfo Martínez de Hoyo, prominente empresario dedicado a la industria alimentaria, que como Adán toma el fruto prohibido (en su afán de incorporarse a la modernidad), lo transforma en néctar. Y de su costilla surge Eva, Encarnación, compañera de infortunios, esposa y madre de sus cuatro hijos (Concepción, Magdalena, Tobías y el Nene), quien le acerca la manzana por querer complacerlo y Dios los expulsa. Pero, en esta búsqueda de poder, de paraíso terrenal –de comodidad y confort– sólo está él, el nuevo Adán. Personaje-arquetípico que responde al diseño de mundo que el hombre occidental ha construido de sí mismo: “agresivo”, “decidido” e “invencible”; en suma, la creación de un mundo que refleje a un hombre exitoso. Sin embargo, el lugar sin lugar, la tierra de oportunidades imaginadas lo subyuga, lo traiciona, se convierte en “un país de mierda”.

Tras la imposibilidad de llevar a cabo este sueño, Tobías aparece, personaje marginado, silencioso, siempre niño, que ha optado por convertirse en un santo, y a quien Encarnación le dice que “la vida” lo espera, cuando él ya ha intentado suicidarse. Profeta moderno que anuncia la segunda llegada del Mesías que, sin duda, es revelador después de tanta decadencia.

Prosa de imágenes, metáforas, disgresiones, humor negro, expresiones y refranes populares recrean a los personajes a través de sus acciones cotidianas, de sus obsesiones e ilusiones fallidas, El paraíso que fuimos nos hace reflexionar en torno al sueño masculino de poder y la endeble condición humana.

Rosa Beltrán, El paraíso que fuimos, Planeta/Seix Barral, México, 2002.
reseña publicada: 11/sep/02 en La Cultura en México de la revista Siempre

--sbc

Tuesday, January 23, 2007

Abril 2004: encuentros/des/encuentros
Una carta. Su lectura: mi Pasado. mi Presente. ¿El futuro?
Tu llamada me sorprendió demasiado al igual que los breves momentos que compartimos en Cuernavaca. Deseo recapitular un par de semanas intensas por la sucesión de eventos dolorosamente vinculantes con el pasado, con el presente. La vida va muy de prisa y aún no puedo entender, ni aceptar de qué manera me está afectando tanto estrés.
(...)
Después de encontrarnos el lunes en Cuernavaca, recordé que Rosa Beltrán presentaría un libro de poesía en la Facultad de Filosofía y Letras; así que la tarde del martes me reencontré con una escritora a quien aprecio enormemente. El poemario no era de su autoría mas el breve ensayo que leyó fue inconfundiblemente propio. Es la primera ocasión que la observo en otro género que no sea la narrativa. Mientras ella deba lectura a su texto, mi memoria evocó el vínculo literario que nos hizo cómplices de lecturas y puntos de vista ya fuese en el salón de clases, en la cafetería de la facultad o en la sala de su casa. Estaba allí leyendo poesía, su voz, su rostro me resultaron ajenos, tan distante la imagen del pasado.
Hace muchos años que dejé de sentirme cercana a ella. Sus nuevas ocupaciones como subdirectora de La Jornada Semanal, la llevó a ausentarse de la facultad; del encuentro de cada lunes, luego de su clase en el posgrado, cuando la aguardaba afuera del salón. Esperaba paciente a que terminara de dialogar con sus alumnos, de ahí, caminábamos al estacionamiento. Apenas unos minutos para conversar, ese breve lapso servía para comentar con mutua pasión alguna lectura o intercambiar libros. Había obtenido su confianza, sin presunción me llegó a participar de sus próximas intervenciones literarias, de sus viajes al extranjero. Debo reconocer que el ámbito privado, es decir, su familia, pocas veces ocupó nuestra conversación. No obstante, en dos ocasiones estuve en su casa, con Ernesto, su esposo, también escritor y Casandra, su única hija.
Su presencia fue desdibujándose para tomar forma en tropiezos afortunados en las oficinas de difusión cultural. Ella llevó a cabo un proyecto editorial en la Dirección de Literatura. Dejé de verla cercana, sin embargo, las notas en el periódico anunciando algún encuentro o congreso, donde ella participara me llenaban de una alegre emoción, como su viaje a Rusia en compañía de Sergio Pitol o su participación en diciembre pasado, en el homenaje a Elena Poniatowska en El Colegio de México.
La presentación tuvo un cálido aire familiar, a su término me acerqué a felicitar a la autora, Aline Pettersson y a los participantes de la mesa. Me sentí incómoda en medio de los abrazos y las despedidas. En realidad, yo estaba ahí porque deseaba acercarme a Rosa, para preguntarle por Cristina Rivera-Garza. Por la invitación que esta última me había ofrecido para intercambiar ideas con respecto a su obra, sugiriéndome hablar con ella para saber la fecha de su participación en una de sus clases. Así que intentar este acercamiento me provocó una enorme fascinación: Rosa Beltrán y Cristina Rivera-Garza, dos narradoras contemporáneas, excelentes.
Una, me remitía inevitablemente al pasado, a la nostalgia del último período como estudiante de literatura, al sueño que fue borrándose de mi mente, ser escritora. La segunda, al constante encuentro con mi destino, a mi presente como lectora. Situación de contrastes, o más bien, de matices, no obstante la cercanía con Rosa Beltrán, la veo distante. Y a Cristina Rivera-Garza, a quien poco conozco, que no sea a través de su narrativa; la siento cercana a mi cotidianidad. Sus personajes, las acciones, el tiempo en sus narraciones, ¡ah! la creación de atmósferas. He disfrutado tanto sus textos, que en cada relectura aparece una palabra, una frase nueva que me anima a escribir. Me obsesionan sus títulos: Lo anterior.
Sí, antes de que Rosa saliera del salón, me acerqué a ella, su mirada apenas tocó la mía, ambas esbozamos una leve sonrisa. Le mostré su libro El paraíso que fuimos, le pedí que me lo firmara y ella aceptó: "Para la amiga, compañera del paraíso que es la literatura y muy querida alumna, Susana, va este otro, con todo y serpiente" Rosa/abril 2004. Le hablé de la reseña que escribí sobre esta novela hace dos años y que me publicaron en Siempre. Para mi sorpresa, ella la desconocía, así que le entregué también la revista. Luego, le comenté que había estado en la Feria Internacional de la Palabra, que tenía noticias del interés por presentar a Cristina Rivera-Garza en su clase. Finalmente, le solicité me permitiera asistir a este encuentro. Ella me dijo que aún no ha había fecha exacta, "entre el 10 y 17 de mayo".
Salí contenta, sin embargo, esta distancia entre el pasado y el presente me lastimó. El tiempo va dejando señales en nuestro rostro, en nuestro espíritu, ¿qué ha cambiado en Rosa que ya no la reconozco? Ya no somos las mismas. Afuera corría un viento frío, estaba anocheciendo, la lluvia casi imperceptible había logrado penetrar los pasillos de la facultad, algunos charcos negros y mal olientes a mi paso. ¿Qué está sucediendo conmigo? ¿por qué me resisto a aceptar que nos vamos transformando? Y con ello, nuestras relaciones también se transforman, nuestra manera de conducirnos, de acercarnos a otras personas. Quizá, por eso también tengo esta profunda necesidad de escribir, de escribirte. Hasta aquí el recuento de estos días cargados de contradictorias emociones.
posdata. Amores que matan y Ningún reloj cuenta esto. Rosa Beltrán y Cristina Rivera-Garza. Títulos soberbios. Disfrútalos mucho. Ya empecé a escribir en una de las libretas que me obsequiaste. Hará falta agregar que te sigo soñando.
fechada en abril 2004
--sbc

Friday, January 19, 2007

Un año

¿Cuánto tiempo se necesita para olvidar?, me pregunto todos los días, justo cuando llego al CCU. Es inevitable sentir su Ausencia. Y ya han pasado largos meses, con sus días inciertos y sus noches insomnes. ¡Ya basta! ¡Basta de pensar en La Griega!, le grito a mi corazón. Pero, si el corazón no piensa ni escucha. Termino riéndome. Hace trescientos sesenta y cinco días, iba de su brazo, no sé si percibió el ligero mareo que me provocó tanta emoción. Cruzamos esa línea invisible que es el deseo. Las Dos. Y todo, "Todo" giro a mí alrededor, desde entonces no encuentro mi centro.
--sbc

Wednesday, January 17, 2007



otra manera de estar


Mi corazón te recuerda
--sbc

Parque México
El Parque México, también conocido como Parque San Martín, es uno de los más famosos y bellos de la Ciudad de México, sitio donde la arquitectura Art Decó y la naturaleza se unen creando un escenario de película.
El Parque México fue ideado por el Arq. José Luis Cuevas como parte integral del diseño urbanístico de la Colonia Hipódromo en 1926. Este parque habría de convertirse en el centro de dicho barrio, cuyo trazo fue inspirado tanto en el antiguo hipódromo que ahí se ubicaba como en los lineamientos de la Ciudad Jardín, que exigía amplias extensiones de áreas verdes en los nuevos fraccionamientos. Fue así que este parque y esta colonia, tuvieron una traza de forma elíptica, única en la urbe, en cuyo centro se edificó este jardín siguiendo un esmerado estudio de paisaje en el que se combinan fuentes, cascadas, estanques e incluso un lago en el que hasta nuestro días se puede observar el nado de los cisnes.

De especial relevancia para este parque, es su diseño arquitectónico, mismo que estuvo a cargo del Arq. Leonardo Noriega y del Ing. Javier Stávoli, quienes aprovecharon la monumentalidad y el cuidado en los detalles propios del Art Decó para dar realce a los diferentes espacios del parque, siendo el más destacado el Teatro al Aire Libre Lindbergh, que consta de de 5 pilares monumentales rematados con una marquesina y rodeado por una pérgola que empieza en una hermosa fuente con una mujer con cántaros de los que brota una fuente y culmina en un escenario que además de las columnas antes mencionadas, cuenta con dos elegantes relieves referentes al arte dramático creados por el escultor Roberto Montenegro. Asimismo, destaca una torre del reloj igualmente ejecutada en estilo Art Decó con una hermosa herrería y unas peculiares campanas que marcan la hora.
--sbc

Tuesday, January 16, 2007


Jacarandas

En mi infancia solía dibujar árboles imposibles, según aquella niña, eran rojos o rosas, más bien sus hojas. "No todos los árboles tendrían que ser pintados de verde", me decía. De niña vivía frente al Parque España, aquel sitio no me agradaba tanto, en cambio el México, el Parque México, siempre ha sido una frontera imaginaria. Es más grande que el España, y sólo mencionar su nombre me hace sentir pertenencia. Mi infancia. Mi adolescencia. Mi juventud. Estas etapas han transitado en sus enormes jardínes, sus árboles, sus esculturas, sus fuentes, su lago, su reloj. Su Tiempo. He respirado un aire diferente cada mañana. Mis miedos. Mi angustia. Desaparecen.

Esta imagen no pertenece al Parque México, sin embargo, me remite a una mujer, a La Mujer Añorada. Esta foto quizá le recuerde a ella, el sitio donde nació: Cuernavaca. A mí, el Jardín Imaginario donde suelo esperarla.

--sbc

Thursday, January 11, 2007

Girlfriends
derived from Verlaine
for John Griffith

That hot September night, we slept in a single bed,
nake, and on our frail bodies the sweat
cooled and renewed itself. I reached out my arms
and you, hands on my breasts, kissed me. Evening of amber.

Our nightgowns lay on the floor where you fell toy your knees
and became ferociuos, pressed your head to my stomach,
your mouth to the red gold, the pink shadows; except
I did not see it like this at the time, but arched

my back and squeezed water from the sultry air
with my fists. Also I remember hearing, clearly
buy distantly, a siren some streets away -de

da de da de da - which mingled with my own
absurd cries, so that I loooke up, even then,
to see my fingers counting themselves, dancing.

Carol Ann Duffy
--sbc

Monday, January 08, 2007

Still Life
Ayer cuando llegué a Ámsterdam 62 repasé los objetos de mi habitación (desde afuera), mi planta se secó; la otra: la nochebuena, ni una hoja. Habrá que empezar de nuevo con los cuidados para que reaparezcan sus flores rosas. Un pájaro observa el interior. Las Dos Fridas. Una notita pegada en la pared: "la ansiedad es sólo un estado pasajero del alma".
***
...Y la noche que se incendia
...Y la cama que se eleva
...Y ella es un pájaro a volar
...Y ella es flama que se eleva
...en la noche que se incendia
burn it blue
***
entre Apuntes apareció La Griega
No hay distancias de humo:
la separación está hecha de granito.

Fuimos absueltas de la cercanía
--ese pesado fardo que nos carcome--
pero no sin tributo:
nuestro destino (sí, nuestro)
fue afrontar el abrazo silencioso
la oquedad imperceptible del tiempo.
Y para llenarlo
--¡mira que tú y yo temíamos unirnos!--
fue indispensable fabricar un largo rosario de venganzas
y otro, quizá más inagotable, de terror.

No ha habido material dúctil mientras tanto
una roca huérfana desciende por la ladera
y nos lleva, a ambas, hasta el abismo
allá, abajo, en la tierra.

crónicas de lejanía
Cristina Rivera-Garza

--sbc

Saturday, January 06, 2007

Día de Reyes

el mejor regalo: escuchar el ritmo de su respiración
el mejor regalo: despertar y mirar(los)
el mejor regalo: mi mamá y mi papá (juntos) (conmigo) (vivos)

--sbc

Tuesday, January 02, 2007

Inicio 2007: sueños

Mi vida onírica es un misterio. Insomnio. Duermo poco. Tengo ojeras. Otras tantas transcurren largas horas. Duermo o/y sueño. Me levanto tarde. Tengo ojeras. Y la sensación de no haber dormido. Cansancio. Tristeza. Melancolía.
La última noche del año soñé con L. Ella estaba conmigo en casa de mis padres. Justo a la hora de ir a dormir. L. me reclama su espacio en mi cama. Dormimos abrazadas. Yo entonces sueño con Otra Mujer, cuyo nombre también empieza con L. deseaba tanto ocupar el espacio de su cama. Deseaba que ambas L.s estuvieran conmigo en una sola cama, la mía.
También tengo premoniciones. Y no es algo que me agrade, ni para bien ni para mal. Es decir, el Destino no es modificable. Las situaciones que deban acontecer pasarán sin que nada ni nadie lo pueda evitar. Y aunque sé que es un razonamiento determinante, estoy convencida de que es así: injusto. A veces desearía que uno de mis sueños placenteros fuera una feliz premonición.
El primer sueño de 2007: La Griega
Oh! Dioses del Olimpo. La Griega, otra vez.
Apareció junto a unos dibujos que yo debía interpretar. Uno de estos dibujos lo había hecho su ex-novio, el cocinero de la Azul y Oro. Un dibujo bastante intrigante como hermoso. Era una especie de invitación para mirar, para perderse en el interior de los colores, de los planos superpuestos. Las dos miramos este trabajo sorprendidas. Pero, la sorprendida fui yo, porque Ileana no era Ileana, era Otra Mujer, y sólo yo sabía que ella, era Ileana. Ciertamente, desperté cansada por el ejercicio mental en el sueño. Luego, triste, al recordar que era ella y no era. Y porque sé que este sueño es no una premonición. Ella ya no va a aparecer en mi vida. Y el pinche dibujo qué. Aún no logró entender el contenido del dibujo y luego su autoría. ¡qué complejidad!
Dormir y Soñar. No es lo mismo.
--sbc