Thursday, January 25, 2007

Paradojas
Volví a ver a la doctora Beltrán un año después, paradójicamente, cuando me indicó aquella fecha de mayo para escuchar a la doctora Rivera-Garza, llegué muy puntual a la cita. Afuera del salón de firmas de los profesores en la Facultad de Filosofía y Letras. En medio de la multitud, vi aparecer a Rosa. Esperé a que firmara y me acerqué. Me dijo: ¡qué lástima! La charla fue la semana pasada. No sé qué imagen proyectó mi rostro. Seguramente de frustración. Entonces me retiré. No sin antes preguntarle por la lectura de la reseña que escribí sobre su libro. "Aún no he podido leerla". Salí muy triste.
Al día siguiente, recibí una llamada. Era Rosa Beltrán. Tenía presente mi trabajo en Difusión Cultural. ¡Qué enorme sorpresa! Nuestra conversación tocó dos puntos: mi reseña y la obra de Cristina Rivera-Garza. Fue, sin duda, un gesto muy generoso: hablarme para agradecer mi escritura e intercambiar puntos de vista, en ambos casos, un ejercicio crítico. Disfrutable. ¿En dónde está la paradoja? Resulta, que meses después, la mismísima Cristina Rivera-Garza me envío un mail para invitarme a su Taller. El cual también convocaba a escritores para hablar sobre su obra. Así, que ella había invitado a Rosa Beltrán a una de estas charlas. Y por supuesto, ese fue un reencuentro muy afortunado. De hecho, al final de la charla nos regresamos juntas: Toluca-Ciudad de México.
A finales del año, Sergio Pitol fue galardonado con el Premio Cervantes. Su presencia cerraría el ciclo de conferencias sobre el Quijote, en la Sala Carlos Chávez del Centro Cultural Universitario. Toda una celebración. Asistí a cada una de estas conferencias, por supuesto, en el auditorio hubo mucha expectación por su presencia. Lo recibimos de pie con una fuerte ovación. Su ponencia fue un excelente cierre. La doctora Beltrán estaba entre el público. Me entusiamó verla. Ella es lectora de Pitol.
Estas dos ocasiones me hiceron recordarla de manera diferente. En la primera hubo cierto aire de añoranza. Supongo que me gustaba ser su alumna. Supongo que le gustaba ser nuestra maestra. Ella me comentó (durante el viaje de regreso de Toluca) que no había tenido un grupo como el nuestro. Y coincido. Teníamos hambre literaria. Pasión por la lectura. Genny salía 5 minutos antes de que terminara la clase para ir a la biblioteca. Los libros eran muy demandados. Todos leíamos. Todos comentábamos los textos. Gertrude Stein, Scott Fiztgerlad, William Faulkner, Ernest Hemingway, Raymond Carver, John Kennedy Toole, J. D. Salinger, entre otros fueron los autores que leímos. Con la doctora Beltrán aprendí a argumentar mi respuesta, más allá del clásico "me gusta". Aprendí a situar un texto en su contexto, a entender que necesitamos de esa forma antigua que es el relato para que la existencia se perpetúe.
Verla entre el público en un acto de discreta celebración literaria. Me agradó. La saludé. Ella me preguntó si seguía asistiendo al taller de la doctora Rivera-Garza. Sí. Este sí, que quiere decir, sigo leyendo con pasión, sigo creyendo que se necesita de esto, la escritura, para que la existencia se perpetúe.
--sbc

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