Monday, February 27, 2006

Fragmentos
Estaba en una orilla de la orilla
a punto de existir y no existir
como la fe.
Cristina Rivera-Garza
Cuando el dolor te tome, Oh no
Cuando el amor te implore
Abrázalo, abrázalo.
Zucchero
"Sólo hay amor en la imposibilidad de detener la fuga sin fin...". Es el epígrafe de un cuento: Andamos perras, andamos diablas... Empecé a leer esta historia y paralelamente mi pensamiento se detuvo en sus primeras líneas. Dejé su lectura para recoger los fragmentos que se han esparcido en el aire de esta habitación. Humo. Ardor en mi estómago. El deseo de no hablar, de callarse, de no decir nada. Humo.
La posibilidad. Ser un navío transparente sobre aguas de cristal.
Fragmento I. El día que el rubor en mi rostro descubrió el mismo espejo que hay entre tú y yo: el deseo.
Fragmento II. La tarde que caminé junto a ti por el campus universitario. Entre la oscuridad y las luces que guiaban el camino, un espasmo me sacudió. El suelo de roca volcánica giró a mi alrededor. Y el temblor no cesa.
Fragmento III. La nube incolora que nos dondujo esa noche al jardín de Copilco. Mis manos inexpertas nunca exploraron tu cuerpo. El mío sucumbió a la sorpresa del primer asalto.
Fragmento IV. Antes de que llegara la realidad con su medición exacta, me miré confundida en un tiempo fugaz: el instante. El instante que había dejado de ser.
Fragmento V. Mi armadura de mujer lúdica me asfixió.
Fragmento VI. Estaba en una orilla de la orilla. Regresé.
Fragmento VI. Bis. El sabor a vainilla de tus labios y la abrasiva urgencia de tocar la tibia humedad de tu carne: mis manos impacientes se hundieron en tu sexo. Te llamabas días en que fui feliz.
Fragmento VIII. Y entonces: Íbamos sobre las banquetas como sobre abismos. No. Sólo yo me abismé. La madrugada fría, silenciosa a mis pies: Reforma y El ángel aleccionador. Caminaba como quien ha ganado todos los combates en la Ciudad Más Grande del Mundo. Sola. Embebida de ti.
Fragmento IX. La geografía de mi infancia: la colonia Roma. Las calles húmedas y laberínticas. Sin salida. Porque quien las camina jamás sale de ellas. Ahí, los relojes detienen el tiempo.
Fragmento X. "El avioncito" dibujado sobre la banqueta de Orizaba.
Fragmento X. Bis. Dos niñas jungando a ser...
La imposibilidad. No tiene fragmentos.
--Andamos perras, andamos diablas, con la soledad a cuestas.
--No era el amor, yo ya no estoy para esas ridiculeces.
Ileana, estas son las imágenes entrañables de mi encuentro contigo. Su posibilidad y su contraparte. Las dos caras de una moneda lanzada al azar. Y sé que tú apostaste por su imposibilidad. Ganaste.
"Sólo hay amor en la imposibilidad
de detener la fuga sin fin,
el infinito escurrimiento del otro."
Susana
26 febrero 2006
(otra vez ocho)

Friday, February 24, 2006

El ángel aleccionador

Le decía:
quieres darme una lección.
Quieres que aprenda a guardar el silencio bajo
la lengua mientras los ilusos hablan.
Que yo me vuelva como tú, eso quieres. Que sea
nadie, menos que nadie.
Una brizna de hiel en un frasco de formol.

Quieres que sea como tus verduleras, tus putas tristes,
tus mujeres buenas.

Que baje la vista ante el brillo amargo de tus alas
mientras desdoblo la ropa y ocupa mi lugar
en el charco de semen que dejaste ayer sobre
la cama.

Tengo que tender la cama.

Quieres que ponga la otra mejilla. Y luego la otra.
Y luego las manos, las nalgas, los muslos, bajo el
golpe de la regla de madera que te regaló tu
maestro de primaria.

Quieres que te dé las gracias.

Quieres que deje de mencionar los nombres
de los lugares comunes. Los otoños en París,
los veranos en Madagascar, el viaje a Florencia.
Nunca quieres que te cuente de las costas
de Balí.

Que me olvide de las sábanas de seda, el perfume
de algas, el oporto, el té de menta.

Que use palabras simples, quieres.

Quieres que te la mame.

Quieres que aprenda a imprecar con la dorada
languidez del héroe que nunca fuiste.
Que te sea infiel y lo cuente.
Que diga chistes.
Que me vuelva mala para ser un poco como tú, menos
que nadie, menos que nada.
Que te alborote el pelo y te unte el sexo de saliva
y deje moretones en el cuello para que salgas
con cara de feo en el retrato de la sagrada familia.
Quieres que te adore. Que adore tu verga, tu culo,
tu semen, tu mierda.
Quieres que te coja.

Quieres ser mi mujer.
Quieres ser un dios caído, una fruta agria, un ángel
aleccionador.

Cristina Rivera-Garza

Los textos del Yo
Libro II. Yo ya no vivo aquí
III. Los personajes del lugar

--sbc


Thursday, February 23, 2006

(Carta)

Te escribo, siempre te escribo y me guardo escribiéndote cuando abro el bolso. Te abro al escribir la cripta, la confusión de cripta te digo desde abajo, te voy diciendo al escribir sin tregua, para observar mi comunicación, para extender el foso y bordar en ti la boca, vaso gestante que vela en cada estrofa, línea sin tráfico cuando se fortalece la fauna, ser la fauna de frontera flamante, un foco ambiental o filo de fortalecimiento incapaces de frenar el fondo de mi visera musical que camina hacia ti.
Boca perdida
Laura Solórzano
--sbc

Tuesday, February 21, 2006

Carta...

Pero Xian ¿qué querías? Si todo se reducía a soportar 49 kilos de peso sobre tus pies, a equilibrar la existencia en el hilo mágico de la tierra a 2300 metros sobre el nivel del mar, a ser la mujer fuerte del circo para levantar las pesas, los ademanes diarios; si todo pudo haber consistido sólo en caminar, sonreír, en fin, rumiar un poco las horas y esculpirlas, después sobre mis manos. Todo podía resumirse a una buena digestión, a saber dosificar la realidad e irla tragando parte a parte, racionalmente. Pero ¿por qué tenías que huir?

Carta para la desaparición de Xian
Cristina Rivera-Garza

--sbc

Monday, February 20, 2006

Otro Ulises les canta a sus sirenas

"Aquí no llueve ni hace frío", me repito mientras un fluido cristalino resbala de mi nariz. "Es sólo tristeza". Mis ojos lagrimean cada vez que doy vuelta a la página. He estado leyendo sin parar. Me he preguntado si ya has mirado el texto que subí hace un par de días al blog. Desearía leerlo contigo en voz alta. El texto pertenece a una novela que ya casi termino.
La nostalgia había comenzado a helarlo. No quería irse. Se sentía demasiado unido a esa mujer, a su grandeza y a su intensidad y a su tremendo egoísmo. Sobre todo a su egoísmo. Pegó el oído al pecho de Julia y dentro de él escuchó el murmullo del viento, que iba llevándose todas las hojas, las muertas y las que aún no acababan de desprenderse de las ramas: verdes, brillantes. Debía hacerlo. Sí, debía marcharse. No volvería a verla. Había sufrido tanto que a veces el dolor no lo dejaba respirar. Era esa asfixia de la desesperación: el aire le quemaba al penetrar en sus pulmones. Pero ya no más. Ya no. Tenía que irse. Julia y Gregorio se quedarían juntos y solos. Se quedarían hasta el final. Arderían al pie de sus muros.
Me duele. No lo escribí. Lo busqué con la certeza de hallarte en sus líneas. Me dueles. Si me preguntas por qué tanta obsesión, no tengo respuesta. Cuando recibí tu correo estaba justo en su lectura. Me siento confundida, ya no distingo a los personajes de tu pasado, de los de tu presente. Y, lo peor, ni yo misma sé el lugar que ocupo en tu vida.
Leo lo que acabo de escribir, ¿a qué te suena? Melancolía. Y esta sensación de no tener historia. De vacío.
Caminar por calles
de niebla nocturna
con tu nombre en los labios
y la ilusión sin nombre
del que sin saberlo
ha entrado en combate.
¿En qué momento te perdí?
--sbc

Friday, February 17, 2006

La juez

Hay años entre las dos
olor a palabras juntas y muchas horas
una madrugada que apareció azul por la ventana y nos
hizo pensar en algo largo (infinito humo,
maldades, tamarindos).
Nos miramos como el guiño ciego de los espejos tantas
veces
bajo el escalofrío de la llovizna el mismo paraguas
nos cubrio de Agosto.
Íbamos sobre las banquetas como sobre abismos.

¿Existió la gota que me erizó el organismo?

Tu nombre sabía a paréntesis, creo.
Creo que eras el ruido de la puerta que rechina,
el ángulo de luz, un vestido.
Creo que una noche llegaste a la cantina con la pijama
puesta y el cabello húmedo de mandarinas.
Creo que había pólvora y cocaína bajo tus suelas
cuando el perro de la nostalgia te mordió
los tobillos.
Que te conocía como el mapa de mis manos, creo.

¿Existió el humo de los mil cigarrillos?

Te llamabas días en que fui feliz.

Cuando tu nombre era Bolívar, en tu ojo derecho había
un restaurant chino y el izquierdo estaba vacío.

Tus hombros caídos querían decir complicidad a la par
de los míos.

Vivíamos en el universo prehistórico de las mujeres
solas, creo.
Antes de que se inventaran los registros, inscribrimos
sombras en el muro blanco y en el piso.

Creo que en la gramática de los huesos nuestros
cuerpos eran puntos suspensivos.

Te llamabas Ciudad Más Grande del Mundo.
Te llamabas afortunadamente.
Te llamabas todas las cosas y cuando yo decía todas
las cosas murmuraba tu nombre más querido.

¿Existió el libro y, dentro del libro, existieron
las páginas del libro?

Hay años maredos de alcohol entre las dos, luces
indescriptibles, horas mordiéndose la cola.

¿Existieron las luces?

Nos pintamos las uñas juntas, creo.

¿Existieron las luces?

Dime que existieron las luces.
Dime que todavía respiras el humo de los mil
cigarrillos.
Dime que hay una gota de frío resbalando
por los cuellos de todos los agostos
que había charcos de tinta china entre las páginas
del libro, dime.

Mejor no me digas nada.
El olor a palabras juntas es tu olor, creo. Vaho gris.
Aliento matutino.
Estanque menstrual donde se hunden los cartílagos
de los niños.

Lodazal.

¿Existieron las luces?
¿Hubo alguna vez banquetas que se abrieron como
abismos?

Nunca supe tu nombre.
Creo que nunca bajé al sótano de tus celdas.
Creo que nunca oí, nunca
la condena a muerte que dictaste para mí.

La pena.

Cristina Rivera-Garza
Los textos del Yo
Libro II: Yo ya no vivo aquí
III. Los personajes del lugar

--sbc

¿Luz, sabes quién es el autor?
...estaba triste otra vez, desilusionada de sí misma, empobrecida por lo que había pasado con Bodo. ¿Por qué no fue capaz de pedirle que se fuera? ¿Por qué aceptó vivir algo que a ninguno de los tres hacía feliz?
Pero se sentía enamorada de Gregorio y por eso, por encima de su tristeza, sonreía. Esa noche durmió con él, los dos solos. Bodo se quedó borracho otra vez en la sala, cubierto con una cobija que Julia le puso encima como si hubiera sido su hijo.
Gregorio la tomó a ella de la mano y la llevó a la recámara. Fue una sorpresa que se portara así. Y no era por el alcohol. Estaba sobrio. Una ternura muy humana, de hombre terrenal, lo envolvía y lo saturaba. Él mismo acabó por rendirse a aquello. Se rindió a la animalidad de Julia, al ardor intoxicante que se desprendía de su cuerpo. Se rindió al placer de sentir cómo su lengua se abría paso entre los labios de ella, cómo se apretaba contra el filo de sus dientes. Y ella lo desvistió y se puso a acariciarlo con toda su piel, lentamente, sin pensar en lo que seguía después, extraviada en una especie de hervor pasivo, interior.
Pero él no quería esperar ni quedarse quieto. Él también ansiaba besarla toda, contemplarla, dejar que su memoria tomara instantáneas de ese encuentro para cuando ya no hubiera otro, para cuando sólo quedara eso --los registros mentales-- en medio de una oscuridad ya sin fin.
La acomodó sobre la espalda y después boca abajo, sobre un costado y sobre el otro, desmadejada, con las piernas abiertas y luego juntas, con los ojos entornados, mirándolo. Así hurtó su memoria todo cuando en ese instante era ella: su boca entreabierta, la curva de sus brazos, los hoyuelos de sus rodillas y la lisura de sus piernas, el molusco inflamado que babeaba entre vellos serpentinos y herbosos. Julia era una mar honda y secreta y en su interior habitaban pulpos, medusas eléctricas, peces de muchos colores que respirban un agua suave, proteica.
Después de mucho tiempo, se entró en ella. Se entró conmovido hasta lo más hondo, estremecido. Tuvo la certeza de que sólo cuando llegaba al interior físico de Julia, cuando lograba abismarse en ese alvéolo de calor y voracidad y ardorosa ternura, podía conectarse con los circuitos de poder de su propia alma, con su destino, con lo que había sido en una oscura infancia, antes de todo lo triste y todo lo sucio.
Y Julia lo recibió así, sabiendo esto de alguna manera. Lo quería. Se lo dijo, se lo dijo tantas veces en esos momentos. Se lo dijo en el odído, en el pecho que se mordía quejumbrosa. Habría hecho todo por él, lo que él le pidiera. Así era el deseo de ese hombre maravilloso: una fuerza capaz de vencerlo todo, un filo de espada contra el cual se desgarraban la soledad, la derrota, el miedo, la inercia. Ni siquiera la memoria con su arrastrar de cadenas podía hacerle frente. El deseo de ese hombre era una llama que alcanzaba todo.
Julia sentía un temblor de fiebre que empezó a nacer en lo más oscuro de su carne, fulgurante, y fue creciendo, sollamándola, hasta convertir su cuerpo en el látigo que un brazo invisible hacía estallar una y otra vez en espumarajos de cólera. Arrebatada, ebria, le pidió a Gregorio que le mordiera los pezones mientras la tomaba. Él comenzó a hacerlo suave y cuidadosamente, como si sólo se valiera de los dientes para chupar mejor. Ella detuvo el movimiento de su pelvis y apartó a su amante para mirarlo a los ojos. En las pupilas dilatadas creció un anillo de negra luz. Una sombra atravesó el espejo y se perdió hacia lo más profundo, dejando la huella de un fulgor helado. No era su mirada, era otra, venida desde muy lejos.
¿¿¿¿????
--sbc

Un lectura acerca del Amor

"Octavio se fue y no regreso en un mes ni en dos ni en nueve. Escribió a Ema una carta donde decía que la amaba, que lo esperase, que volvería."

Era un amor conciso, sin besuqueos.

*taller de narrativa
Daniel Sada

--sbc

Monday, February 13, 2006

Un minuto

Este no saber me toma por sorpresa: un minuto para decidir. ¿Una puesta del destino?
Llegué al teatro. Solicité mis boletos. Observé de reojo los nombres en la lista de invitados: Mtra. Azucena Rodríguez. Su nombre explotó en mi cabeza. Sentí terror, ¿con quién llegaría?, ¿por cuál puerta?, ¿en qué lugar se sentarían?
Ha pasado tanto tiempo y aún siento esto que no quiero calificar. Pensé en huir por la puerta del estacionamiento, luego, imaginé su encuentro, su rostro, su voz, su sonrisa, sus manos largas entrelazadas en las mías. De inmediato, la figura fantasmal de su acompañante borró el deseo de quedarme. Faltaban pocos unos minutos para que la función diera inicio. "¿Qué hacer?"
Me senté cerca de la puerta.
Primera, segunda, tercera llamada.
Azucena Rodríguez
Azucena Rodríguez
Azucena Rodríguez
Mi nerviosismo aumentaba, la gente con retraso fue tomando los últimos lugares.
Se apagaron las luces para iluminar sólo el escenario. Durante dos horas no supe nada de mí, ni de la obra, sólo de aquellos años donde ella fue el personaje de ésta, mi historia.
--sbc

Friday, February 10, 2006

Las mujeres vampiro

Mujer vampiro. Yo también lo soy, de alguna manera, bebo su sangre. El sabor de su piel me recuerda a ti, Luz. El parque México. El viento ligero proveniente de ninguna parte. Las jacarandas pegándose a nuestros pies. La noche interminable, infinita.

El paisaje onírico y las mujeres desnudas.
La astrología.
El azar.

--Tú y yo teníamos que volver a encontrarnos.
--"Sí, en otra vida, como siempre".

me gusta morder tu cuello
chupar tus labios
beber tu sangre

Algún día, en otro tiempo volveríamos a encontrarnos. Está aquí, no tengo duda. Somos la misma Mujer Vampiro.


--sbc


Juráme

En una escena bastante ¿? --de esas que sólo se viven una vez, y luego, vuelves a contarla una y otras mil--. Ileana me cantó al oído:

Juráme que aunque pase mucho tiempo
no has de olvidar el momento en que yo te conocí.
Miráme, pues no hay nada más profundo
ni más grande en este mundo que el cariño que te dí.
Besáme con un beso enamorado
como nadie me ha besado desde el día que nací.
Quiéreme, quiéreme hasta la locura.

Alguna razón tuvo para escoger a María Griver.
"Quiéreme, quiéreme hasta la locura".
¿La locura? ¿de quién? La de ella o a la mía o la nuestra.
¡Bendita mujer!

--sbc
La Otra, la misma

Ha regresado La Otra que soy
ya se mordió la lengua. Ha intentado feroz
morder el deseo, pero Ella no está. Alguien apagó la luz.
gira, gira, gira
se muerde la cola.
La boca ensangrentada escupe un nombre.
boca vacía, boca, boca
vacía, boca, gira

--sbc

Thursday, February 09, 2006

(Des)variado amor
1
Y, dime:
Si te tocara de repente
Si nuestras ropas desmayaran como rápidos rubores
Y entonces
enfrentados:
¿Cómo sabríamos mentir sobre lo unívoco de lo fálico?
Juan Carlos Bautista
*
...cada quien tiene su versión de las cosas; que toda esta historia que he leído, releído y subrayado es UNA GRAN MENTIRA que sólo sirve para eso: INVENTARSE. La realidad es otra, que nada tiene que ver con esos cuentos, o acaso...
Invento que te invento
(las mayúsculas son mías y la historia también)
*
Ileana también se llamaba Lola, es decir, Marcela, es decir, la Mujer Imaginada del cuento, es decir, la Mujer de la Vida Real y Verdadera.

--sbc
Discursiones sobre el mismo punto

3
Es bueno enamorarse, después de todo.
Es bueno empaparse en miel,
correr a las furias como moscas,
quedarse sin ciudad y sin neurosis.

Sólo el amor despeja la culpa;
es decir, el verdadero amor,
el que nos devuelve sin piedad
la glotona cursilería.

Y es que el amor es la única eutanasia,
la única mentira que mueve al mundo.
Vivir en el amor es vivir en la mentira.

Porque, ay del amor si no es mentira:
acabará trastocando el mundo.

Jura (poemas sométicos)
Juan Carlos Bautista

--sbc

Xavier Villaurrutia
Hay poetas que quedan por unas líneas, por un poema, por un libro, por un conjuto de poemas o de libros, por algo que es difícil explicar estéticamente, que sería esa impresión que tenemos frente a la obra, como si las partes no fueran necesariamente satisfactorias y sólo la iluminación total nos diera la imagen. Xavier Villaurrutia publicó tres libros en el curso de su vida: Reflejos (1926), Nostalgia de la muerte (1938) y Canto a la primavera (1948). Mientras el primero y el último parecen --salvo instantes y poemas de excepción-- irse desgastando y maltratando con el tiempo, Nostalgia de la muerte, por el contrario, resiste y gana: cada lectura y recuerdo afirman y afinan la impresión. Hay libros o poemas que se nos imponen desde el principio; otros se desgantan en mayor o menor medida; otros, como Nostalgia de la muerte van adquiriendo nuevo brillo --o quizá mejor, nuevas opacidades--, nuevas cadenas de sonidos, poemas que nos hacen entrar a un mundo donde el hombre parece encontrar sólo respuestas angustiosas, lúgubres: un mundo de sueños, de sombras, de ecos, de silencios, "un mundo en el que todo ha muerto"
Texto de Marco Antonio Campos
en Nostalgia de la muerte
ediciones coyoacán,
México,1997
*
Nocturno en que nada se oye
En medio de un silencio desierto como la calle antes del crimen
sin respirar siquiera para que nada turbe mi muerte
en esta soledad sin paredes
al tiempo que huyeron los ángulos
en la tumba del lecho dejo mi estatua sin sangre
para salir en un momento tan lento
en un interminable descenso
sin brazos que tender
sin dedos para alcanzar la escala que cae de un piano invisble
sin más que una mirada y una voz
que no recuerdan haber salido de ojos y labios
¿y qué son labios? ¿qué son miradas que son labios?
y mi voz ya no es mía
dentro del agua que no moja
dentro del aire de vidrio
dentro del fuego lívido que corta como el grito
y en el juego angustioso de un espejo frente a otro
cae mi voz
y mi voz que madura
y mi voz quemadura
y mi bosque madura
y mi voz quema dura
como el hielo de vidrio
como el grito de hielo
aquí en el caracol de la oreja
el latido de un mar en el que no sé nada
en el que no se nada
porque he dejado pies y brazos en la orilla
siento caer fuera de mí la red de mis nervios
mas huye todo como el pez que se da cuenta
hasta ciento en el pulso de mis sienes
muda telegrafía a la que nada responde
porque el sueño y la muerte nada tiene ya que decirse.
Xavier Villaurrutia
--sbc

Tuesday, February 07, 2006

El punto fijo
Soy emocional. No suelo definirme. No creo en las definiciones ni en las fronteras. Sólo en la colindancia. Pienso entonces en las ciencias duras. Quizá porque de reojo miro por la ventana al Premio Nobel de Química 2005, que pasa rumbo a la Sala Miguel Covarrubias. Pienso en todo lo que debo leer de ahora en adelante. Y tantas distracciones. Pero, hoy me percibo emocionada, exaltada y es por los correos que he recibido de mi amiga Lola.
Recibir sus comentarios lúcidos, su guía constante y sobre todo el tono de sus escritura me entusiasman mucho y, al mismo tiempo, me hacen sentir aterrada. Es como si quisiera saltar y ella estuviera detrás gritándome: ¡vamos, vamos, tú puedes! Luego, yo observo hacia delante, hacia abajo y deseo caer en un punto fijo. No tengo miedo de saltar ni de caer. Sé que voy a hacerlo. Es el punto fijo, el que me aterra: la obsesión.
--sbc
Intuición

El fin de semana, lo pasé agusto: mi familia y el campo. El sitio donde encuentro paz, o mejor dicho, encontraba paz. Porque la tranquilidad no es igual a una persona o un lugar, es más bien, un estado de equilibrio emocional que nos permite convivir con los demás. Y mis emociones están alteradas desde hace algunos días. Mi intución me da respuestas. Las respuestas, ¿certezas? No, más bien posibilidades. Pero, entre mi familia y el largo camino de regreso: Un aliento diferente. Me detuve a leer poesía. Los dos poemas escritos en lengua portuguesa: Máquina del mundo y
Anatema

No amas y no puedes
leer el libro de la vida.
Sin amor ningunos ojos son videntes.
La tarde triste es el sol que no consientes
al corazón.
Mundo de soledad,
el que atraviesas,
es un desierto habitado
donde sólo tropiezas
en la sombra de tuyo desencantado.

Miguel Torga

*

Luego, cuando llegué a la ciudad de México, pensé en el día de mañana, es decir, hoy. La pregunta de ayer:

--¿Ya ha leído mi hoja?

*

"Sin amor ningunos ojos son videntes".


--sbc
Máquina del mundo

El Universo está hecho esencialmente de ninguna cosa.
Intervalos, distancias, agujeros, porosidad etérea.
Espacio vacío, en suma.
El resto es materia.

De ahí que este escalofrío,
este llamarlo y tenerlo, seguirlo y afrontarlo,
esta grieta de nada abierta en el vacío,
debe ser un intervalo.

Antonio Gedeao
Formas breves II

Formas breves de decir sí

--entonces, nos vemos mañana, si llegas tarde, de cualquiera manera, espararé.

*
--si no puedes llegar, no te preocupes, lo cambiamos para el día siguiente.

*
--... y el sábado?
--No. Ya sabes, trabajo.
--pero, puedes salir un poquito antes, ¿no?
--Depende
--¿De qué?
--¿Adónde vamos a ir?

*
--Está bien. A donde tú sugieras.

sbc

Saturday, February 04, 2006

Ci sono

Le ho consigliato di non frequentare quella tazia.
Ma coure ha detto basta.

--sbc

Friday, February 03, 2006

Geometría del espacio
Leer se ha vuelto una obsesión. Leo su cuerpo. Leo la ciudad. Leo la otra ciudad, la Universitaria. Sigue creciendo y nadie me pregunta por la construcción cercana a la Biblioteca Nacional. Nadie pregunta nada. Recorro el Centro Cultural dos o tres veces en la mañana o en la tarde. Nadie pregunta nada. Ni los jóvenes estudiantes de arquitectura que se sientan a realizar trazos frente a la Sala Nezahualcóyotl o aquellos que van unos pasos más lejos, a encontrarse con el Paseo Escultórico. Nadie pregunta nada. Y yo, adivino su cuerpo detrás del cristal que me devuelve mi imagen espía. Me detengo en ella y la imagino de pies a cabeza. Y surgen preguntas: las líneas de cruce, la tridimensión, el punto fijo. El lenguaje del cuerpo. La geometría del espacio.
*
que dos cuerpos se atraigan
que dos lenguajes dialoguen
que dos mujeres se amen
--sbc
Formas breves

Formas breves de decir no:

--¿Qué hora es?
--Las cinco de la mañana.
--Qué rápido se fue el tiempo. ¿Por qué te estás vistiendo?
--Tengo frío
--¿Frío?

*
--Eres tan tierna.
--¡Devuélveme mi brassier!

*
--Yo nunca me había sentido tan bien con una mujer.
--Entonces ven.
--Ahorita que regrese.

*
--Estoy enamorada.
--¿Enamorada?

*
--Apenas te conozco y no sé si quiero conocerte más.


sbc
--


una hoja que cae

Tiré una hoja desde el segundo nivel. Ella lo contuvo. Bajé corriendo y pregunté el lugar dónde cayó. "¡En mis manos!". No, es verdad, y yo quiero creerle. Me manipula, ya no el deseo, la ilusión. Mientras la abrazó, la hoja se entrelaza en mis cabellos cortos. La ilusión. Y este no entender su lenguaje corporal: me abraza con fuerza, me acaricia el cabello y luego dice: "no quiero compromisos".
Y yo soy la hoja que se desliza en el aire. Que cae en el suelo,
ella la recoge.
Soy una hoja que aprietan sus manos.
Luego, la leeré, dice. "Hace frío y estoy cansada". Y no quiero creerle. No va a leer nada ni está cansada. Sólo hace frío.
Se va con mi hoja entre sus cosas, ya no en sus manos, en su bolsa grande que no sé qué más contenga. La introduce como se guarda aquello que no interesa, que estorba. El otro lenguaje que ignora, la poesía.
--sbc

Thursday, February 02, 2006

Lectora activa de CRG

Un libro de la doctora con la inscripción de su firma cruzando la hoja:

Los texto del Yo

se lee en la portada. ¡Ya los leí!

Los reeleo. Su poesía, su narrativa crecen, crecen y se desbordan. ¡Ya no le pertenecen!
¿A cuántas personas les he obsequidado "Nadie..."?
A las escritoras chicanas en su visita a México.
A mis amigas: Estela, Lizy, Olivia, Soledad...
¿A cuántas personas les he hablado de su narrativa?
A toda mi familia, seguramente.
A mis sobrinos: al que me habla de hip-hop y al que se dice spoken-poet.
A mis amigos de la facultad de filosofía y letras.
A mi hermana mayor, que se equivoca y agrega: "Ah sí, Pacheco, Cristina Pacheco, ¿verdad?".
A mis amigos del Instituto.
A mis amigos de Difusión Cultural.
A mis amigos extranjeros.
Al desconocido que viaja a mi lado.
¿A cuántas personas les envío alguna nota, algún fragmento evocativo de su narrativa?
A Luz, a mi Luz de Canadá. En nuestra correspondencia su nombre es una constante de la mejor literatura mexicana.
¿A cuántas personas les he regalado uno de sus poemas?
A mi madre, a La más mía.
A Ileana, quien me hace temblar sólo con mirar su silueta tras el cristal de la "Azul y Oro".
A Ileana, quien literalmente me mueve el piso. El suelo de roca volcánica de Ciudad Universitaria.
A Ileana, los versos de (La hoja).

De la hoja, de la otra hoja marcada por una firma como un destino ineludible: la escritora.

Acaricio el libro; detengo mis dedos entre sus páginas. Soy una lectora activa de una obra prolífica y releeo el último verso de IV. los vacíos del lugar: (Aquí no se oculta nada).

--sbc
A
L

Dedicatoria

Cristina Rivera-Garza

estos
Los textos del yo
(que bien podrían ser del tú)

le son entregados a
Susana Bautista
un 23 de enero, en pleno
invierno, al pie del volcán, con
mucho, mucho, mucho cariño

FCE

tierras altas un abrazo


--sbc
(La hoja)

Quiero dejar de temblar.
Cuando escucho tu voz quiero ser tallo
y no hoja sacudida
y no este espasmo que me quiebra.
Nunca más esta vergüenza.
Pero escucho tu voz y sigo siendo
la palabra arena cayéndose de seca.
El ángulo por donde se rompe en pedazos la certeza.

Afuera llueve y adentro
amanece un perro muerto en mis esquinas.
¿Es esto la ciudad?
Un loco balbucea con su vestido de piel: saliva.
Los niños juegan a morir en paz.

He dicho que quiero dejar de temblar pero tu voz son
demasiadas voces
y alrededor se me estrecha sobre el cuerpo
en espiral.

¿Qué se hace cuando no se puede respirar?

Me da pena caer como caen a veces las cosas
de rodillas.
Cuando la debilidad me envuelve con su hálito
de espinas
los objetos son de helio y huyen despavoridas a otro
lugar.
Y el temblor no cesa
y soy hoja que cruje y nunca tallo
espasmo, sincope de luz, quebranto.
Un navío transparente sobre aguas de cristal.
¿Qué se hace cuando el suelo empieza a girar?
Me da pena arrastrarme entre las patas de las sillas
y ser la mosca que da vueltas en el frasco de espanto.

Afuera sigue lloviendo y adentro
me avergüenza este cuerpo desollado
estos ojos al revés
esta colección de insectos incrustados en la tapa
de la lengua.
Me da pena que me preguntes qué pasa
y tartamudear con la cara sobre el ventanal: nada
es sólo la lluvia y la hoja
que caen.

Cristina Rivera-Garza

--sbc