(La hoja) Quiero dejar de temblar. Cuando escucho tu voz quiero ser tallo y no hoja sacudida y no este espasmo que me quiebra. Nunca más esta vergüenza. Pero escucho tu voz y sigo siendo la palabra arena cayéndose de seca. El ángulo por donde se rompe en pedazos la certeza. Afuera llueve y adentro amanece un perro muerto en mis esquinas. ¿Es esto la ciudad? Un loco balbucea con su vestido de piel: saliva. Los niños juegan a morir en paz. He dicho que quiero dejar de temblar pero tu voz son demasiadas voces y alrededor se me estrecha sobre el cuerpo en espiral. ¿Qué se hace cuando no se puede respirar? Me da pena caer como caen a veces las cosas de rodillas. Cuando la debilidad me envuelve con su hálito de espinas los objetos son de helio y huyen despavoridas a otro lugar. Y el temblor no cesa y soy hoja que cruje y nunca tallo espasmo, sincope de luz, quebranto. Un navío transparente sobre aguas de cristal. ¿Qué se hace cuando el suelo empieza a girar? Me da pena arrastrarme entre las patas de las sillas y ser la mosca que da vueltas en el frasco de espanto. Afuera sigue lloviendo y adentro me avergüenza este cuerpo desollado estos ojos al revés esta colección de insectos incrustados en la tapa de la lengua. Me da pena que me preguntes qué pasa y tartamudear con la cara sobre el ventanal: nada es sólo la lluvia y la hoja que caen. Cristina Rivera-Garza --sbc |
Thursday, February 02, 2006
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