La juez Hay años entre las dos olor a palabras juntas y muchas horas una madrugada que apareció azul por la ventana y nos hizo pensar en algo largo (infinito humo, maldades, tamarindos). Nos miramos como el guiño ciego de los espejos tantas veces bajo el escalofrío de la llovizna el mismo paraguas nos cubrio de Agosto. Íbamos sobre las banquetas como sobre abismos. ¿Existió la gota que me erizó el organismo? Tu nombre sabía a paréntesis, creo. Creo que eras el ruido de la puerta que rechina, el ángulo de luz, un vestido. Creo que una noche llegaste a la cantina con la pijama puesta y el cabello húmedo de mandarinas. Creo que había pólvora y cocaína bajo tus suelas cuando el perro de la nostalgia te mordió los tobillos. Que te conocía como el mapa de mis manos, creo. ¿Existió el humo de los mil cigarrillos? Te llamabas días en que fui feliz. Cuando tu nombre era Bolívar, en tu ojo derecho había un restaurant chino y el izquierdo estaba vacío. Tus hombros caídos querían decir complicidad a la par de los míos. Vivíamos en el universo prehistórico de las mujeres solas, creo. Antes de que se inventaran los registros, inscribrimos sombras en el muro blanco y en el piso. Creo que en la gramática de los huesos nuestros cuerpos eran puntos suspensivos. Te llamabas Ciudad Más Grande del Mundo. Te llamabas afortunadamente. Te llamabas todas las cosas y cuando yo decía todas las cosas murmuraba tu nombre más querido. ¿Existió el libro y, dentro del libro, existieron las páginas del libro? Hay años maredos de alcohol entre las dos, luces indescriptibles, horas mordiéndose la cola. ¿Existieron las luces? Nos pintamos las uñas juntas, creo. ¿Existieron las luces? Dime que existieron las luces. Dime que todavía respiras el humo de los mil cigarrillos. Dime que hay una gota de frío resbalando por los cuellos de todos los agostos que había charcos de tinta china entre las páginas del libro, dime. Mejor no me digas nada. El olor a palabras juntas es tu olor, creo. Vaho gris. Aliento matutino. Estanque menstrual donde se hunden los cartílagos de los niños. Lodazal. ¿Existieron las luces? ¿Hubo alguna vez banquetas que se abrieron como abismos? Nunca supe tu nombre. Creo que nunca bajé al sótano de tus celdas. Creo que nunca oí, nunca la condena a muerte que dictaste para mí. La pena. Cristina Rivera-Garza Los textos del Yo Libro II: Yo ya no vivo aquí III. Los personajes del lugar --sbc |
Friday, February 17, 2006
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment