Un azul hecho de azaresLa fractura en mi pie derecho interrumpió mis actividades durante casi tres meses. Una de ellas, era mi asistencia al Taller de Escrituras Colindantes, en el Tecnológico de Monterrey, campus Toluca. Cada lunes estaba allá muy puntual. Abraham, Nadlleli, Pepe Porcayo, Rebeca, Brenda, Amelia, y por supuesto, la guía siempre, siempre enorme de la Doctora Rivera-Garza. De alguna manera, empezamos a ser una familia. Unidos. Críticos. Solidarios. Talentosos. Luego, se unió al taller, un grupo de la SOGEM Toluca. Creo que no hubo química entre nosotros. Nuestro taller ya tenía su propio ritmo. En eso me quedé. El tiempo se encargó de dar fin al semestre escolar. Vacaciones. Y después el taller se canceló. Lo lamenté.
Casa del Lago. Llegué al Taller de narrativa de Daniel Sada a finales del año pasado. Y también fue otra de las actividades que dejé por mi inmovilidad. Luego, justo cuando ya podía caminar: vacaciones intersemestrales. Siguió el plantón (en apoyo de López Obrador), que cubría Reforma. A diferencia del taller anterior, la amistad ni siquiera se sembró, pero debo decir, que también había talento en los talleristas más jóvenes. Era un espacio diferente. Avasallador. La crítica era feroz. La dirección de Daniel Sada, excelente.
Un texto crítico de CRG dio pie a mi encuentro con Daniel Sada.
Al abrir mi oficina, apareció el rostro inconfudible de Sada. Le sonreí como si lo conociera de toda la vida. "maestro Sada, buenos días", creo que le sorpredió que lo conociera. Luego me solicitó información sobre una oficina que buscaba. Lo orienté. Lo acompañé. Y durante el camino, vino a mi cabeza aquella nota que recién había leído; no pude resistir el cometario. Y él escuchó con tanta atención; que al final, me preguntó mi nombre y entonces me extendió una invitación para asistir a su taller de novela. Se lo agradecí y recuerdo bien lo que le dije: "yo no escribo novela, sólo cuento. Cuento corto". "No importa, ve, te espero". Y lo hicé. Tres meses en un curso sobre Preceptiva Literaria.
Siguió el Taller de Novela. Era sorprendente el ánimo, el arrojo de los jóvenes que presentaban su material. Mínimo 6 cuartillas. Máximo 15. Cada miércoles leíamos entusiasmados. En este taller empezó a gestarse la disciplina por la escritura. La mía, claro. Pero sobre todo, Sada tiene algo que contagia: "Pasión". Y cuando llegaba a mi habitación, después del taller, encendía mi computadora y escribía. Un párrafo. Dos.
La escritura, la mía, ya fluye.
Ambos talleres me han ayudado a respirar, a vivir. Tienen un plus: los amigos. Mis nuevos amigos. Poetas. Narradores. Ensayistas. Todos jóvenes y con gran talento.
Me he tropezado, sí, literalmente, me he vuelto a troperzar con Daniel Sada. Dos ocasiones. Y en ambas, generoso me ha dicho: "Susana. Mi taller está abierto para ti, cuando quieres regresar. Hazlo".
Un azul hecho de azares.
Un destino, el mío, literario.
--sbc