Hay un capítulo pendiente en mi vida: el derecho. Mi paso por la Facultad de Derecho y el Instituto de Investigaciones Jurídicas en la UNAM. Mi inmovilidad me hizo pensar que debo dejar de dar saltos en el vacío. Es decir, me he replanteado una y otra vez, el rumbo. Y sigue siendo una incertidumbre. Eso quizá tenga su fascinación pero también me trae angustia. Por lo pronto, el doctor Ordóñez ha dicho que soy hija de las Jornadas. Y yo me cuestiono: ¿hija de las Jornadas?, ¿cómo? si las más de las veces, siento una profunda orfandad, un gran vacío intelectual. Sin asideros. Esa fue la sensación del 22, 23 y 24 de noviembre. Sentada en la última fila de un auditorio (semi-vacío) escuchando lo mismo desde hace ya algunos años. Cuatro intervenciones fueron las más afortunadas: Gundrun Lenkersdorf, Elisa Cruz Rueda, Luz María Montiel y Blanca Estaling Dávila, así como los comentarios de algunos jóvenes interesados en los pueblos originarios.
El recital poético organizado por Berenice Granados y Andrés Márquez fue una enorme oportunidad de escuchar el sentir, el dolorido sentir de la discriminación y de la intolerencia, en lo que respecta a la poesía guatemalteca a cargo de nuestro amigo T. Y un canto de orgullo, dignidad y esperanza en la voz de Jorge Miguel Cocom Pech.
Las próximas Jornadas anuncian un rumbo: Guatemala. ¿Estaré ahí?
--sbc
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