Wednesday, January 24, 2007

El paraíso que fuimos
por Susana Bautista Cruz
La creación literaria de Rosa Beltrán comprende una serie de cuentos, Amores que matan (Joaquín Mortiz, 1996), en los que aborda la problemática que envuelve las relaciones amorosas. La corte de los ilusos (Premio Planeta, 1995), novela histórica en donde narra los enredos y confabulaciones de la fastuosa corte del imperio de Iturbide; y América sin americanismos (Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, 1996), ensayo acerca de la noción que se tiene de “América” y “lo americano” a partir de las crónicas, cartas y relaciones de viaje hasta la novela contemporánea. Títulos que subrayan el carácter irónico de su contenido (de este último, cómo imaginar a América sin ningún epíteto que no se refiera a ella misma) y dan cuenta de las obsesiones temáticas –el poder, la incomunicación, el desencanto, la locura– en su narrativa.

En El paraíso que fuimos, novela publicada por Seix Barral, Rosa Beltrán narra la vida de una familia mexicana de clase media alta, la familia Martínez de Hoyo, que ante el declive económico del país a finales de los años ochenta, su universo doméstico se escinde. Cada uno de sus miembros se encierra en sí mismo construyendo un mundo alternativo con recetas de optimismo, manuales de autoayuda y terapias colectivas. Y en este intento, fracasan. Paradójicamente, los Martínez de Hoyo, incapaces de comunicarse entre ellos y de darle sentido a sus vidas, tienen que pagar a la clínica o al psicoanalista para ser escuchados. Narrada con pulcritud y fluidez; esta novela es la historia del triunfo del engaño y la pérdida de significación donde la ironía tiene un papel fundamental.

El paraíso como espacio temporal utópico, es el jardín imaginario de Rodolfo Martínez de Hoyo, prominente empresario dedicado a la industria alimentaria, que como Adán toma el fruto prohibido (en su afán de incorporarse a la modernidad), lo transforma en néctar. Y de su costilla surge Eva, Encarnación, compañera de infortunios, esposa y madre de sus cuatro hijos (Concepción, Magdalena, Tobías y el Nene), quien le acerca la manzana por querer complacerlo y Dios los expulsa. Pero, en esta búsqueda de poder, de paraíso terrenal –de comodidad y confort– sólo está él, el nuevo Adán. Personaje-arquetípico que responde al diseño de mundo que el hombre occidental ha construido de sí mismo: “agresivo”, “decidido” e “invencible”; en suma, la creación de un mundo que refleje a un hombre exitoso. Sin embargo, el lugar sin lugar, la tierra de oportunidades imaginadas lo subyuga, lo traiciona, se convierte en “un país de mierda”.

Tras la imposibilidad de llevar a cabo este sueño, Tobías aparece, personaje marginado, silencioso, siempre niño, que ha optado por convertirse en un santo, y a quien Encarnación le dice que “la vida” lo espera, cuando él ya ha intentado suicidarse. Profeta moderno que anuncia la segunda llegada del Mesías que, sin duda, es revelador después de tanta decadencia.

Prosa de imágenes, metáforas, disgresiones, humor negro, expresiones y refranes populares recrean a los personajes a través de sus acciones cotidianas, de sus obsesiones e ilusiones fallidas, El paraíso que fuimos nos hace reflexionar en torno al sueño masculino de poder y la endeble condición humana.

Rosa Beltrán, El paraíso que fuimos, Planeta/Seix Barral, México, 2002.
reseña publicada: 11/sep/02 en La Cultura en México de la revista Siempre

--sbc

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