Tuesday, January 23, 2007

Abril 2004: encuentros/des/encuentros
Una carta. Su lectura: mi Pasado. mi Presente. ¿El futuro?
Tu llamada me sorprendió demasiado al igual que los breves momentos que compartimos en Cuernavaca. Deseo recapitular un par de semanas intensas por la sucesión de eventos dolorosamente vinculantes con el pasado, con el presente. La vida va muy de prisa y aún no puedo entender, ni aceptar de qué manera me está afectando tanto estrés.
(...)
Después de encontrarnos el lunes en Cuernavaca, recordé que Rosa Beltrán presentaría un libro de poesía en la Facultad de Filosofía y Letras; así que la tarde del martes me reencontré con una escritora a quien aprecio enormemente. El poemario no era de su autoría mas el breve ensayo que leyó fue inconfundiblemente propio. Es la primera ocasión que la observo en otro género que no sea la narrativa. Mientras ella deba lectura a su texto, mi memoria evocó el vínculo literario que nos hizo cómplices de lecturas y puntos de vista ya fuese en el salón de clases, en la cafetería de la facultad o en la sala de su casa. Estaba allí leyendo poesía, su voz, su rostro me resultaron ajenos, tan distante la imagen del pasado.
Hace muchos años que dejé de sentirme cercana a ella. Sus nuevas ocupaciones como subdirectora de La Jornada Semanal, la llevó a ausentarse de la facultad; del encuentro de cada lunes, luego de su clase en el posgrado, cuando la aguardaba afuera del salón. Esperaba paciente a que terminara de dialogar con sus alumnos, de ahí, caminábamos al estacionamiento. Apenas unos minutos para conversar, ese breve lapso servía para comentar con mutua pasión alguna lectura o intercambiar libros. Había obtenido su confianza, sin presunción me llegó a participar de sus próximas intervenciones literarias, de sus viajes al extranjero. Debo reconocer que el ámbito privado, es decir, su familia, pocas veces ocupó nuestra conversación. No obstante, en dos ocasiones estuve en su casa, con Ernesto, su esposo, también escritor y Casandra, su única hija.
Su presencia fue desdibujándose para tomar forma en tropiezos afortunados en las oficinas de difusión cultural. Ella llevó a cabo un proyecto editorial en la Dirección de Literatura. Dejé de verla cercana, sin embargo, las notas en el periódico anunciando algún encuentro o congreso, donde ella participara me llenaban de una alegre emoción, como su viaje a Rusia en compañía de Sergio Pitol o su participación en diciembre pasado, en el homenaje a Elena Poniatowska en El Colegio de México.
La presentación tuvo un cálido aire familiar, a su término me acerqué a felicitar a la autora, Aline Pettersson y a los participantes de la mesa. Me sentí incómoda en medio de los abrazos y las despedidas. En realidad, yo estaba ahí porque deseaba acercarme a Rosa, para preguntarle por Cristina Rivera-Garza. Por la invitación que esta última me había ofrecido para intercambiar ideas con respecto a su obra, sugiriéndome hablar con ella para saber la fecha de su participación en una de sus clases. Así que intentar este acercamiento me provocó una enorme fascinación: Rosa Beltrán y Cristina Rivera-Garza, dos narradoras contemporáneas, excelentes.
Una, me remitía inevitablemente al pasado, a la nostalgia del último período como estudiante de literatura, al sueño que fue borrándose de mi mente, ser escritora. La segunda, al constante encuentro con mi destino, a mi presente como lectora. Situación de contrastes, o más bien, de matices, no obstante la cercanía con Rosa Beltrán, la veo distante. Y a Cristina Rivera-Garza, a quien poco conozco, que no sea a través de su narrativa; la siento cercana a mi cotidianidad. Sus personajes, las acciones, el tiempo en sus narraciones, ¡ah! la creación de atmósferas. He disfrutado tanto sus textos, que en cada relectura aparece una palabra, una frase nueva que me anima a escribir. Me obsesionan sus títulos: Lo anterior.
Sí, antes de que Rosa saliera del salón, me acerqué a ella, su mirada apenas tocó la mía, ambas esbozamos una leve sonrisa. Le mostré su libro El paraíso que fuimos, le pedí que me lo firmara y ella aceptó: "Para la amiga, compañera del paraíso que es la literatura y muy querida alumna, Susana, va este otro, con todo y serpiente" Rosa/abril 2004. Le hablé de la reseña que escribí sobre esta novela hace dos años y que me publicaron en Siempre. Para mi sorpresa, ella la desconocía, así que le entregué también la revista. Luego, le comenté que había estado en la Feria Internacional de la Palabra, que tenía noticias del interés por presentar a Cristina Rivera-Garza en su clase. Finalmente, le solicité me permitiera asistir a este encuentro. Ella me dijo que aún no ha había fecha exacta, "entre el 10 y 17 de mayo".
Salí contenta, sin embargo, esta distancia entre el pasado y el presente me lastimó. El tiempo va dejando señales en nuestro rostro, en nuestro espíritu, ¿qué ha cambiado en Rosa que ya no la reconozco? Ya no somos las mismas. Afuera corría un viento frío, estaba anocheciendo, la lluvia casi imperceptible había logrado penetrar los pasillos de la facultad, algunos charcos negros y mal olientes a mi paso. ¿Qué está sucediendo conmigo? ¿por qué me resisto a aceptar que nos vamos transformando? Y con ello, nuestras relaciones también se transforman, nuestra manera de conducirnos, de acercarnos a otras personas. Quizá, por eso también tengo esta profunda necesidad de escribir, de escribirte. Hasta aquí el recuento de estos días cargados de contradictorias emociones.
posdata. Amores que matan y Ningún reloj cuenta esto. Rosa Beltrán y Cristina Rivera-Garza. Títulos soberbios. Disfrútalos mucho. Ya empecé a escribir en una de las libretas que me obsequiaste. Hará falta agregar que te sigo soñando.
fechada en abril 2004
--sbc

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