Monday, May 22, 2006

VI
y wendy creció

No te perdonó nada.

Acércate para que me oigas bien: no te perdono nada.

Hubo días en que desmenuzamos oraciones sobre
pasadizos de hierba seca.
Ahí aprendimos a decir hoy hace calor, me gustan tus orejas.
Los perros fornicaban frente a los altares diminutos
de las aceras.
Era abril, creo, la sequía anaranjada de una tolvanera.

Era abril en una isla que alguna vez fue Venecia.

Y yo me volvía pájaro, niña buena, calle sin gente,
manera.
Yo me volvía yo, un paréntesis, un alado caer
de infinitivo, un caer lentísimo
parvada de aves azules con voluntad
de precipicio.

Había rostros en los que me surmegía como en diurnos
jeroglíficos.
Había plegarias que me rozaban la punta de la lengua.
Había sustancias que me sacaban de abajo y me hacían
caminar sobre las aguas
milagrosamente
multiplicaba el pan y las ganas y el espanto.

Había una ciudad repartida en geométricos cajones
que yo esculcaba con la prisa del hurto
o el temor de ser descubierta.

Había cuerpos, muchos; los años eran un ajedrez
de manos y de venas.

Había más, supongo.

Nunca volví a tomar 87 aspirinas por equivocación.
Nunca volví a creer.

Había frutas ácidas, caricias con picahielo
y lastimaduras altas como cordilleras.

Había más, supongo.

*He dicho que no te perdono nada.
Fichita azul, tipa de cuidado, bocaza de trementina.
Acércate para que me escuches mejor
esta es la sentencia:
y Wendy creció.

III. Los personajes del lugar
Los textos del Yo/Cristina Rivera-Garza
*Para Ilena también
--sbc

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