Thursday, August 23, 2007

Out of Cold
Sus sueños eran luminosos, de una levedad celeste, pero en ocasiones un espesor, una especie de tinta china, se colocaba a esa transparencia y él despertaba jadeando, consciente de haber sufrido una pesadilla que no podría reconstruir. ¿Una pesadilla, cavilaba, o un eclipse?
Mauricio Montiel Figueiras
La esquina de mi adolescencia: Puebla y Orizaba. Fue apenas una imagen como una toma fotográfica en serie. Clic. Clic. Clic. La elegancia de la construcción gótica a mis pies. Pero, había alguien en la puerta. Y la lente enfocó el centro: una mujer de edad madura con una mueca aterradora. Clic. Una Mujer Extraviada. Clic. En el límite sonreía. Su mirada congeló mis huesos. Clic. Abrí los ojos en un instante. Me arremoliné al interior de mi cama. Buscaba protección en el azul de las sábanas. Mi rostro se hundió otra vez en un sueño profundo.
Un calambre en mi pierna izquierda sacudió mi cuerpo húmedo, al mismo tiempo, un estruendo anunciaba otra mañana gris, tormentosa. Salté de la cama. Autómata seguí con el ritual: la toalla, el jabón y el shampú. Bajé en silencio los trece escalones para llegar al baño. La oscuridad invadió mis sentidos. Seguía en el sueño. Otro ruido. Una enorme rata brincó de un mueble. Cruzó mi camino y de mi garganta salió un grito enmudecido. Desperté.
Llegué tarde a mi trabajo. No sé exactamente a qué hora. Me parecía estar fuera de cuadro, como si yo invadiera el espacio vital de los otros. Como si mi oficina no fuera la mía. Como si llegara por primera vez a un sitio otro. Un mareo me contuvo sentada frente a mi escritorio. Temerosa de moverme. Congelada.
La gente era otra. Zapatos mojados. Gabardinas empapadas. Frío.
El lunch matutino se redujo a una manzana. Mi estómago no lo notó hasta la hora de la comida. Y entonces mi deseo de salir de ese frío absoluto me llevó a una librería. Compré dos ejemplares del mismo título, y regresé a mi habitación-oficina. Intenté leer cuando de súbito recordé el sueño. Alguien tocó la puerta. Abrió. Era ella, la Mujer Extraviada. Y con la misma mueca me preguntó sonriente: "¿Cómo estás?" No hubo respuesta. Salí corriendo al baño, un dolor intenso en la boca del abdomen me hizo arrojar residuos verdes sobre el escusado. "¡Dios! ¿qué broma macabra?"
--sbc

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