Macrobito
Desde Debrecen, Hungría, alguien se describe así: me identifico con Peter Pan, que se negó a ser adulto. Soy una persona eternamente infantil, para quien el mundo es un enorme parque de juegos. Trabajo construyendo una granja donde crecen rosas negras y pasen los uncornios, y siempre que voy al mar tomo la precaución de llevar cera para taparme los oídos, en caso de empezar a oír cánticos raros. He compartido mi cama con esfinges, dragones, hadas, sibilas, princesas y mujeres araña, y todavía no pierdo el gusto por esos seres quiméricos.
Recuerdo entonces con cierta nostalgia la facultad de filosofía y letras de la UNAM, sus personajes raros, entre ellos, el que arriba se describe. La primer sensación cuando lo observé fue extrañeza. Su estatura, sus rasgos físicos, su rostro y barba inconfundibles. Lo que nunca es extraño es enterarse de los chismes de pasillo en un colegio tan pequeño. Aquel personaje era un extraordinario profesor de literatura quien pronto se casaría con una de sus alumnas más aventajadas. Ese era el chisme, aunque el chisme, "chisme" radicaba en la morbosidad de agregar que la mujer con quien se casaría era joven y muy bella. Se casarían en la ciudad de la eterna primavera. La iglesia iluminada con luces naturales y la recepción nocturna en medio de un jardín y una alberca. Un cuento de hadas.
Los años transcurrieron y un día de tantos, al reiniciar mis clases en la facultad, Percibal me presentó a la joven más bella del salón. Yo ignoraba que ella, había sido la protagonista de aquella historia y, recuerdo bien, que cuando ella mencionó su nombre. De inmediato se dibujó en mi mente su rostro de duende perverso y dije: "Microbito, si parece un microbito", entonces dejé escapar una fuerte carcajada. Ella me miró enojada. Diría que muy enojada, después me aclaró que había sido su esposa. "Qué pena por ti", dije para mis adentros.
Quién diría que aquella mujer es un auténtico Dragón Alado; quién diría que ella me presentaría a este escritor en más de una ocasión; quién diría que ella y yo leiríamos juntas historias escritas por él, en un sitio perfecto: una cama. Quién diría que sí, los cuentos de hadas existen, y los dragones también. Ah, los Microbitos pues por lo menos este sigue vivo, muy vivo.
--sbc
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