El Niño. El Violín. La Música. Es la primera vez que mi registro onírico se vincula con un espacio poco explorado: el hogar paterno. La casa de los viejos. Es decir, de los padres, de mi padre. Me sentía libre. Corriendo por la montaña. Era una niña. Escuchaba música. Entonces perseguía el sonido. En una casa como la nuestra. Una familia. En una habitación un niño tocaba un violín.
Secreto/sorpresa. Es la sensación en mi sueño. Descubría un secreto. A ese niño nadie lo había visto antes en nuestra comunidad. Pero, el Niño-músico, me conocía, me reconocía. Y eso resultaba enigmático para mí.
No suelo interpretar mis sueños.
Durante los años de mis visitas a diferentes terapeutas y sexólogo, era práctica común su interpretación. A la que debía sumar mis lecturas obsesivas de Freud. Ese Deseo Inútil. Absurdo. De tener el control. Ese deseo de querer domar a la sin-razón. Luego, Cristina Rivera-Garza apareció con un tratamiento diferente a la interpretación de las historias oníricas. Y sí, en mucho, concibo un sueño, su contenido como Una Historia Alterna a nuestra Vida Real y Verdadera. Como una historia en donde uno no tiene el control de sus actos, de sus personajes, de nada. Y eso nos hace extremadamente vulnerables. Frágiles. Y al mismo tiempo, existe esa extraña fascinación de habitar un mundo desconocido. Misterioso. Único.
Hace días que sueño con mi infancia. Con una infancia que no tuve, con Otra. No con aquella que hubiera deseado tener, sino una que me sorprende porque los personajes de mi presente habitan el pasado. Se relacionan entre ellos sin yo sea un punto de referencia. Los seres más importantes en mi vida actual, están en mi pasado. Un pasado que habita mis sueños. ¿Tendría que interpretar algo? o ¿Dejaría que los sueños cumplan su destino? sin duda, es mi Mundo Alterno.
La objección.
Los Sueños Premonitorios. El sollozo. El quebranto. En más de una ocasión me ha despertado mi llanto. Mi rostro enrojecido. Mis ojos cerrados. Se abren. Se cierran. Mis orejas calientes. Húmedas. He llorado la muerte de mis seres cercanos, días antes de su fallecimiento real. El dolor anunciado también abraza mis encuentros y desencuentros amorosos.
Entonces, La Vida es Sueño, ¿no?
--sbc
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