Otra vez en Roma, en la Roma de mi adolescencia. Llevo no sé cuántos días de ir y venir, de cruzar sus plazas. Me siento libre cuando camino por sus calles, aunque la luz del cielo cambie invariablemente al gris. He disfrutado estas caminatas veraniegas por Merida, Córdoba y Orizaba. Alvaro Obregón (antes Jalisco) su corredor, sus fuentes sin agua. Esta mañana, mientras comía palomitas frente una de ellas, una pequeña de tres años se acercó; le ofrecí dos galletas. Aceptó. "Dale las gracias a la ragazza", le dijo su padre. Un italiano de mediana edad. Nos miramos y sonreímos. "¿Cómo se llama la pequeña?", le pregunté. La niña se alejaba y entonces el padre corrió detrás. "Aurora, se llama Aurora". "Aurora, ciao Aurora!" grité. Ella regresó y me dio un beso.
--sbc
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