Tuesday, September 27, 2005

Años Luz

a Luz María Johnson

Leer entre líneas el último mensaje que te envié es recapitular estos momentos de vaivén emocional.
El tiempo diligente transcurre y ¿yo? Mi mente se paralizó, minutos antes de despedirme de ti, en el aeropuerto; pero mi sangre seguía fluyendo. Sentía su ritmo golpeando mi corazón: tac, tac, tac. Me refugié en tu mirada mientras el bullicio de la gente se desvanecía ante el breve ritual. El abrazo como el silencio irremediables cuando todo se ha dado. Tus labios desdibujaron en su rechazo el deseo más cercano por contenerte. Fría. Serena. Te posaste imperturbable como una diosa sobre aquellas escaleras. Tu presencia fue ascendiendo lentamente. Desapareciste.
Y ¿yo? Autómata continué mi trayecto sin regreso. Algo de mí se fue contigo. Al llegar a la oficina me anunciaron la visita de un escritor. Atenderlo por un lapso de hora y media, sin duda, fue extraordinario. Intentar estar ahí, sonreír. Me agradeció mi tiempo sin tiempo con un libro de su autoría.
Enseguida de que él y su acompañante se marcharon, me quedé en la plaza principal. Recorrí con la mirada absorta los bloques de construcción. La sala de conciertos. Los teatros. ¡No!, ¡sí!, ¡no! Divagaba. El sitio más familiar me resultaba completamente ajeno. Al encender un cigarrillo, Edgar apareció detrás de mí. Me invitó a comer. Él hablaba, hablabla, hablaba mientras mi llanto a cuenta gotas fue saliendo. No pude evitarlo, como tampoco su reacción: me abrazó. Salimos de la cafetería. Caminamos juntos hasta encontrar mi rumbo otra vez.
Con retardo arribé a mi cita terapéutica, la doctora Ruiz estaba ahí para escucharme. "Vive este día", me dijo. Finalmente, mi casa, mi madre "¡Por fin apareciste!", me miró expectante. "¿Aparecí?, mamá. Aparecí". Y yo sigo guardando tu mirada.
--sbc

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