Wednesday, October 17, 2007

--¡Dios te bendiga!
--Igual a usted doctora.

Luego de hacer notas mentales sobre la recepción del japonés. Regresé a mi lugar a escribir. No pasaron más de 10 minutos cuando mi jefa me solicitó ir a dejar una documentación a la unidad jurídica. Sitio ubicado en un edificio cercano al Universum. Habría que salir otra vez.

Para mi sorpresa, justo cuando llegaba al edificio, la doctora Helena Berinstáin salía en ese momento. No contuve mi emoción y la saludé efusivamente con un beso en la mejilla y un abrazo que ella recibió con alegría. Me preguntó si yo había sido su alumna mencionando que ha dado tantos cursos, que cuando la saludan no es posible recordar los nombres de sus alumnos. Sin embargo, recordó a Carlos Monsiváis como su alumno en la preparatoria nacional número 5 en 1951. "Excelente memoria", me dije. Y yo, sólo pude decirle que no he sido su alumna, pero, su obra tan prolífica es materia de lectura indispensable para cualquier estudiante de letras. Ella sonrío. Y de inmediato, hizo más comentarios. Le dije también que me daba mucho gusto poder saludarla sin que mediara otra cosa que no fuera mi admiración y el respeto por su trabajo académico y de investigación. Ella me miró complacida y me dijo: "en esta Universidad no puede ser de otra manera. Si yo me hubiera jubilado, seguro me hubiera muerto. Me enamoré de los libros desde que estaba en el preescolar y desde entonces supe que sería maestra y aquí estoy." Luego me habló de su participación en la elaboración del plan de estudios de la carrera en Letras de la Universidad de San Luis Potosí, junto a algunos investigadores "pedantes" del COLMEX. Me contó una anécdota que dio paso, a una clase in situ, de retórica. La retórica está antes de la gramática. Me dio ejemplos. Me compartió el momento en que surgió el análisis del albur, del habla popular. Mencionó a Chava Flores. Y el ensayo que escribió y presentó en la Universidad de Salamanca. "¡dios!", me dije. Qué mujer tan vital y generosa. Ella entonces me miró de nueva cuenta: "sí, la retórica está en todo." Finalmente, me abrazó y me dijo: "¡Dios te bendiga!" y se alejó.

Sí, dios me bendice con estos encuentros. Con esta luz que es el conocimiento y la humildad. Y este compartir lo que somos. Claro, yo también le devolví el deseo, que dios la siga bendiciendo con más vida, con más luz.

--sbc

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