
Real del Monte
Un largo camino de ida. Desde el sur de la ciudad de México, Lizy y yo, primer esbozo de un fin de semana, rumbo a Real del Monte. Luego, un mensaje en el celular me anunció la presencia de "dos más", dos jóvenes amigos de Lizy: Rocco y Jorge, quienes también se animaron a ir con nosotras. ¡Qué viajecito tan suave!
Caos. Tránsito. Lluvia. No podíamos salir. Sí. No podíamos salir del laberíntico Defe.
Cuando uno busca "algo", está siempre pendiente de cualquier seña que dé razón de su encuentro. No sé cuántas veces leímos con atención o con distracción señalamientos y anuncios de bienvenida. Da lo mismo, a la velocidad de un auto en circulación por carreta, poco o mucho se aprecian los límites, las fronteras en la oscuridad.
Por fin, luego de tantas paradas para seguir alguna indicación que nos orientara, llegamos a Real del Monte. La cita de esa noche: un pequeño bar. Música y poesía en vivo. Lo que seguió fue un encuentro amoroso ya entrada la madrugada. Frío cálido. Calles empedradas. Neblina.
Nos fuimos cuatro y regresamos dos. O en realidad cuatro, porque Lizy regresó acompañada de alguien más en su corazón. Y yo, con ella y en ella. Así que, sí, regremos cuatro mientras sus dos amigos emprendieron la huida.
--sbc
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