Pienso en las horas. En las horas de estos días. Ayer el insomnio me atrapó. Luego, justo cuando los ojos autómatas se cerraban, el zumbido de un mosquito hizo que me cubriera la cara. Inicié una batalla. La derrota en cuestión de segundos. Ni la luz encedida ni la almohada en mi rostro, lograron que aquel insecto marcara el borde de mi barbilla. Una huella triunfal. Las horas. Unas cuántas. Dos. Tres. Amaneció demasiado pronto. El agua fría en mi cuerpo. El agua fría sacudió mi insomnio. Las horas. Las flores. Las horas. El pastel a media mañana. Las horas. Un centro comercial. La pastelería. ¿Vainilla o chocolate? Cada mujer tiene un sabor que la distingue. Chocolate. Las horas. Apagó una velita. Un ángel con cuernos. Las horas. Un deseo. Me abraza otra vez. Flash. Ella y él. ¿Yo? Desaparecí.
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Pienso en las horas. En las horas frente a esta pantalla. Reviso los mails. Mi hermana me pregunta por su hijo, que a su vez, está con mi otra hermana. Ellas no se hablan. Soy el puente por el que transitan sus dudas, sus reclamos, sus enojos. Me dice que mi madre está enferma. Siempre lo está. Lo sé. Me entristece saberlo. Pensarla. Tengo sed. Cuando estoy frente a la pantalla, sólo veo letras, frases, nombres. Las horas.
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Pienso en las horas. Recibo el mail de una doctora alemana, casi 80 años. Reviso su currículo. Me sorprende que relate que vivió la Segunda Guerra Mundial y que la relacione con el período de colonización de los españoles en Chiapas. Su vínculo con los pueblos indígenas. Las horas. ¿Por qué me sorprende que nadie más tenga esta referencia? Entonces pienso en mi propia respuesta. Porque no se trata de judíos, porque son indios. Y me siento triste otra vez. Me siento triste de mi respuesta. Las horas. Pienso en la semblanza que debo escribir. Pienso en las horas. Pienso en el aquí, en el allá. Pienso en el pasado, en el presente. Pienso en el etnocidio.
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Pienso en las horas. Mi hermana me ha contestado dando santo y seña de mi sobrino. Le escribo a mi otra hermana. Ella contesta. "De seguro llego tarde a la escuela". Las horas. Suprimo el mensaje.
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Pienso en las horas. Y alguien me pregunta por mi cámara fotográfica. La espiga recuperará su sitio en el nuevo contexto del CCU. Las horas. Hay gran movimiento en las oficinas. Una Mujer Hermosa aparece. Y yo sigo frente a la pantalla. Roza mi mano con sus dedos. Sonrío. De pie, mi mejilla se acerca a la suya. Un beso. Suave. Las horas.
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Pienso en las horas. Tomo mi cámara. Flash. La espiga sobre un peldaño. Alcanzable. Las horas. Los ingenieros celebran. Y observo un mapa sobre el piso. África. Un cosmos heterogéneo a nuestro pies. Un festival de cine africano en CCU. África existe. América y África juntos otra vez. Africala. Las horas.
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Pienso en las horas. Regreso a la pantalla. amsterdam62.blogspot me toma. Estoy dentro. Un emparedado frío. Las horas. Cepillo mis dientes. Salgo.
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Pienso en las horas. Casa de las Humanidades. Coyoacán. Guillermo Samperio. Leemos. Sr. Godínez es un gran relato. Me siento feliz. Comento el texto con entusiasmo. Me quedo con unas líneas:
--¿Entiendes que hay una gran cantidad de relaciones imposibles? --continuó mientras me miraba fijamente a los ojos.
La imposibilidad es la constante en mi vida. La imposibilidad de dormir. De creer. De Escribir. La imposibilidad de conciliar el deseo con la realidad. La imposibilidad.
No supe qué decir. Sólo crispaba los puños con fuerza, con la vana intención de lastimarme: deseaba destrozarme los huesos, pero nisiquiera salió sangre de mis manos.
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Pienso en las horas. En mis manos. En mis huesos. En mi pie. Camino de regreso. Las horas. El Parque México. Miro su reloj. Dos chicas corren. Pasan frente a mí. Juntas. Miro el reloj. Otra vez. Sus manecillas cruzan una línea. Justo a las seis. Las horas. Detenidas.
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Pienso en las horas. Sonrío.
--sbc