Mi amistad con Patricia Ayala
La encontré sentada esperando la primer clase matutina de inglés, en el salón final del segundo piso de la Fac. de Filosofía y Letras (UNAM); ahora amurallado por enormes tabiques amarilos. De ahí, al sexto piso de la torre de Humanidades con Gerling Geraldine. Las clases con Luis Gayo. Las idas de pinta al Jardín Botánico --innegable sensibilidad infantil Alicia en el país de las maravillas--; al Convento del Carmen, en San Ángel; al Centro Cultural de Arte Contemporáneo. Desayunos en Le Corbusier de la Fac. de Arquitectura; en Perisur. Entrega y bondad. Regalos simbólicos: un unicornio de cristal, un diario, un perfume, un libro, en suma su amistad.
La lectura de libros profanos, de biografías. Recorridos al interior en el interior de su habitación bajo el cielo estrellado y agigantado por su presencia tras la cual, sólo una ventana de vitral podría dar nota de su necesidad de volar, de liberarse de lo fantástico y habitar en el mundo de lo real. Sus viajes a Japón; las cartas; las fotografías. Su renuencia en creer en lo abstracto y su contradicción a la espera del futuro.
Las depresiones compartidas en la sala de su casa, en aquel viejo sillón escuchando a Pink Floyd o en su propia habitación; sentadas en el suelo leyendo su diario; no el de todos los días sino el diario íntimo; aquel que guardaba con tanto recelo en algún lugar secreto. Aquellas esperas pacientes afuera del consultorio de la psicóloga, su constante comentario: "sólo te hace llorar". Su larga llamada en Navidad, "me suicidaré" y en mi cumpleamos número veinte, "también me suicidaré". Jamás olvidaré el día que desayunando ella bromeaba y yo, en lugar de reír, lloraba. Se levantó de su silla, me abrazó y exclamó: "es por lo de la psicóloga, ¿verdad?. Desde mañana tú y yo empezamos una terapia juntas".
Paty, al igual que Alicia y no la del diario sino Alicia en el país de las maravillas; tu expectativa ficticia llegó. Viviste en el sueño, tu sueño, tres nuevos personajes aparecieron: Juan Carlos, Ivette y Gabriel. Aceptaron ir contigo en busca del Mago. Y creo, que yo ahí, entre el sueño y la realidad, desaparecí.
***
(carta para Susana)
Y entonces...
Y mientras Diana escribe sus poemas eróticos, yo me arremolino entre las sábanas y miro el cielo artificial que me he creado hasta creer por un momento que no es artificial, y que de la ventana el aire me llega sin ser colado por el mosquitero.
Y entonces pienso, no pienso y vuelo a pensar ¿Será posible? E intento imaginar que no hay ningún aire, que el frío que tengo no se debe al clima sino a la soledad, y se lo digo al sueño. Y entonces de repente siento calor y no me explico por qué. Y vuelvo mi cara hacia la almohada, y huele a saliva y siento asco y la libero de la funda, y entonces no huele a nada, y entonces, creo que es muy inútil estar acostada a esta hora y siento que si no fuera por ti no estaría sola. Y pienso y vuelvo a pensar, poniendo mi mente en blanco como si meditara; pero esperando cualquier imagen del libro de mis memorias para no sentirme así. Y de momento vuelvo a sentir que hace frío y entonces no puedo dormir. Quiero dormir, pero al mismo tiempo me gustaría estar en cualquier otro lugar que no fuera éste.
Y me acuerdo de ti y sé que las preguntas que me haces, me las haces a mí porque no tienes a nadie más a quien preguntarle. Y las respuestas que te doy, pueden ser las más estúpidas, pero tú las escuchas con atención y eso me gusta. Y cuanto yo te escucho, sé que dentro de la idea que tienes de Dios; estás nadando en tu mar de contradicciones, sin salvavidas. Entonces me aterro cuando te digo que no creo, porque sé que vas a tratar de convencerme por milésima vez que hay que creer. Y entonces el mar, la brisa y el cielo desaparecen y también desaparece tu idea de Dios, y el frío y el calor y me acuerdo que no sé dónde dejé mis lentes y me levanto para buscarlos; pero a medio camino regreso a la cama y ansío con todas mis ganas que ya amanezca. Y entonces entra el gato y juntos nos arremolinamos entre las sábanas y miro nuevamente mi cielo artificial y espero al sueño, y espero, y espero y espero...
Patricia Ayala
--sbc