Bifurcación El tiempo se había fragmentado en un cúmulo de instantes. Dos niños corrían frente a la Mujer, uno detrás del otro agitando sus cuerpos como en un carrusel eléctrico. Un sudor frío recorrió su espalda. La ciudad la había despojado del presente. Cualquier acto era signo inequívoco de su extravío; de un constante postergar la llegada. (De Caracol, caracol. Taller de escrituras colindantes) *** De El Paraíso que fuimos a Paraísos trémulos, dos títulos de narrativa escrita por mujeres. De este último te envié un cuento, una historia breve que me hizo recordar a dos niñas que son una en sus juegos solitarios, en un imaginario infantil. ¿Qué me une a ti? ¿Por qué estoy aquí escribiéndote? Tu infancia y la mía poco tuvieron en común. Cuántos encuentros y su contraparte. A lo largo de estos, mis años he aprendido a veces con sorpresa, otras con desencanto, lo que implica reconocer al otro, lo que significa reconocerse en el otro. Observar sólo las semejanzas o las diferencias a nada conduce que no sea a la exclusión, a la indiferencia, a la negación. Mañana es sólo mañana. *** mi infancia estuvo marcada por el rechazo paterno. Mi mamá con sus múltiples quehaceres domésticos. Mi padre proveedor económico a pesar de su discapacidad visual. Mis hermanos mayores con amigos de su edad, y Adriana, la más pequeña, con su siempre característica destreza física. Más de una vez me sentí ajena a mi propio contexto familiar. Nadie se enteró que tartamudeaba, que confundía letras. Que poco entendía de acentos, de palabras graves o agudas, o que Hugo, el niño problema del salón, me pateó el estómago porque “las niñas no juegan con los niños” y yo, no sólo había transgredido la regla sino que había ganado en sus juegos. Así, transcurrió mi infancia. Mi universo alterno fue una pequeña caja hexagonal de madera, donde guardaba estampitas con la imagen de varias niñas. Sus rostros en forma de lágrima me remitían inevitablemente a mí. Por eso cuando Lizy se detuvo a comentarme su apegó a sus cajitas. Me sorprendió tanto. Sentí un fuerte arrebató como si una de aquellas niñas se hubiera hecho presente y estuviera afuera contándome su historia. Hoy salgo también de aquella caja que me contiene para decirte que este recuerdo infantil es tan honesto como doloroso, hemos sido dos mujeres que se han amado como dos niñas. --sbc |
Friday, September 30, 2005
Thursday, September 29, 2005
Small Female Skull With some surprise, I balance my small female skull in my hands. What is it like? An ocarina? Blow in its eye. It cannot cry, holds my breath only as long as I exhale, mildly alarmed now, into the hole where the nose was, press my ear to its grin. A vanishing sigh. For some time, I sit on the lavatory seat with my head in my hands, appalled. It feels much lighter than I'd thought; the weight of a deck of cards, a slim volume of verse, but with somethig else, as though it could levitate. Disturbing. So why do I kiss it on the brow, my warm lips to its papery bone, and take it to the mirror to ask for a gottle of geer? I rinse it under the tap, watch dust run away, like sand from a swimming-cap, then dry it --firstborn-- gently with a towel. I see the scar where I fell for sheer love down treacherous stairs, and read that shattering day like braille. Love, I murmur to my skull, then, louder, other grand words, shouting the hollow nouns in a white-tiled room. Downstairs they will think I have lost my mind. No. I only weep into these two holes here, or I'm grinning back at the joke, this is a friend of mine. See, I hold her face in trembling, passionate hands. Carol Ann Duffy |
Náufragos frente al destino “La conciencia de la separación nos define, somos la única especie que tiene sentido de la fatalidad, quizá por ello el duelo, el cúmulo de sentimientos que nos abruma tras la pérdida, es tan inmanente a la historia personal, a la vida misma.” Ha transcurrido el primer mes fuera de tu contexto, del espacio físico, del vaivén cotidiano -de una ciudad a otra-, de ires y venires: del clima cálido a la lluvia ácida. De los rostros y presencias familiares al anonimato de los cientos de habitantes donde las historias personales se entrelazan; se confunden hasta perderse en el caos infernal de la indiferencia. Evocar el sueño que tuviste antes de tu partida, aquel que por teléfono me relataste con vagas digresiones y con metáforas alucinantes; me hace pensar, repensar este escrito. Reflexionar tu huida onírica del caos -esta ciudad que nos amuralla, que nos atrapa en un edén vacuo- ¡Sálvese quien pueda! Ricardo, Adam, Gerardo, Jesús. Hombres que se convirtieron en tus amantes. ¿Tus héroes? ¿Deshechables? ¿Fortuitos? Pero siempre (necesariamente) presentes en tus conversaciones sumando experiencias sexuales, en el justo límite de la pasión y los afectos. Y ¿yo? --pregunto --¿Qué lugar ocupé en esta historia? Y sé también tu respuesta “no puedo evitar ser quien soy, lo escribiste en una tarjeta. No lo he olvidado como tampoco olvido la orgiástica cámara de tortura de mis emociones. Me refiero a aquella atormentada noche a la que te sometí con la inmundicia de mis actos. Nada es lo que parece y lo que parece terrible viene a resultar mucho peor. Sí, fui también partícipe del caos, de tu huida real. Y en tu lectura sin aliento “A Smale Famale Skull”, ¡qué poema tan doloroso! Cada palabra, cada acción clavándose en mi cerebro. Puedo escuchar tu voz repitiéndome “this for Susie, for that crazy night”. --sbc |
Tuesday, September 27, 2005
Amsterdam 62 Amsterdam 62 es un misterio. Rumbo. Seña. Color. Sitio que aguarda mi arribo. Yo, su encuentro: llave. chapa. pasillo. escaleras. Abro puerta. escalera. caracol. Todo es oscuro. Paso a paso. túnel. laberinto. Aire. Una historia sin completar. Arriba. Afuera. Atrás. Todo es verde. Parque México. Niños. Niñas. Perros. Muchos Perros. --sbc |
T |
Carrusel A propósito del tiempo y de sus formas (circulares). De su medición y otros relojes: "Como cuando niños, en el carrusel, jugamos a huir de quien está atrás nuestro y que nos persigue, sólo que, como nuestra huida es circular, acabamos por no saber si huimos o seguimos con el deseo a ese otro que estamos destinados a no alcanzar jamás". Rosa Beltrán |
Viaje sin regreso "Ya ves; te fuiste, me he quedado. Un viaje nunca tiene regreso, y la mirada última que me diste, ¿la recuerdas? no volverá. La guardo." Rubén Bonifaz Nuño "Qué bueno salir bien de un viaje que no tenía regreso, qué bueno salir vivo de la existencia, qué bueno salir de un sueño, que obligaba a la realidad a soñar." Luz María Johnson |
Años Luz a Luz María Johnson Leer entre líneas el último mensaje que te envié es recapitular estos momentos de vaivén emocional. El tiempo diligente transcurre y ¿yo? Mi mente se paralizó, minutos antes de despedirme de ti, en el aeropuerto; pero mi sangre seguía fluyendo. Sentía su ritmo golpeando mi corazón: tac, tac, tac. Me refugié en tu mirada mientras el bullicio de la gente se desvanecía ante el breve ritual. El abrazo como el silencio irremediables cuando todo se ha dado. Tus labios desdibujaron en su rechazo el deseo más cercano por contenerte. Fría. Serena. Te posaste imperturbable como una diosa sobre aquellas escaleras. Tu presencia fue ascendiendo lentamente. Desapareciste. Y ¿yo? Autómata continué mi trayecto sin regreso. Algo de mí se fue contigo. Al llegar a la oficina me anunciaron la visita de un escritor. Atenderlo por un lapso de hora y media, sin duda, fue extraordinario. Intentar estar ahí, sonreír. Me agradeció mi tiempo sin tiempo con un libro de su autoría. Enseguida de que él y su acompañante se marcharon, me quedé en la plaza principal. Recorrí con la mirada absorta los bloques de construcción. La sala de conciertos. Los teatros. ¡No!, ¡sí!, ¡no! Divagaba. El sitio más familiar me resultaba completamente ajeno. Al encender un cigarrillo, Edgar apareció detrás de mí. Me invitó a comer. Él hablaba, hablabla, hablaba mientras mi llanto a cuenta gotas fue saliendo. No pude evitarlo, como tampoco su reacción: me abrazó. Salimos de la cafetería. Caminamos juntos hasta encontrar mi rumbo otra vez. Con retardo arribé a mi cita terapéutica, la doctora Ruiz estaba ahí para escucharme. "Vive este día", me dijo. Finalmente, mi casa, mi madre "¡Por fin apareciste!", me miró expectante. "¿Aparecí?, mamá. Aparecí". Y yo sigo guardando tu mirada. --sbc |
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